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«Party monster»: una generación vista a contraluz

Movimientos que son la atmósfera en la que se le da cierre a esta novela. La historia continúa y nosotros, los lectores, ya conocemos sus giros, sus estiramientos y encogimientos, sus avances y retrocesos, la lucha de poderes que tiene a un país entero montado en el carro en la ruta hacia el bien común, con una llanta patinando en el lodo.
Tipo de Nota: 
Opinión

«Party monster»: una generación vista a contraluz

21 de Marzo de 2025
Palabras clave

 Entre la espuma de la mañana, la sordera de la resaca que mitiga los ecos de la ciudad y la espesura de la niebla mental parece emerger, como venus, una mujer que ha perdido la noción del día en el que se encuentra, de la hora que marca el reloj. El sonido insistente que llega a sus oídos no es el canto de los pájaros, sino el grito del teléfono en algo parecido a un estado de angustia. De nada sirve la terquedad de las llamadas, las lágrimas posteriores y los gritos del otro lado del auricular. La distancia que a ella la separa del mundo como lo conocemos es un abismo de muchas horas. De manera que, en ocasiones, mientras el mundo funciona, ella repone el sueño que invirtió mientras el mundo dormía. Horas sin sol entre la intermitencia de las luces de colores, el encierro en lugares pequeños, las conversaciones a gritos, el baile como un ritual de la vida y la noche, y las canciones a todo pulmón en la fiesta de algún buen desconocido. Ella es una party monster, la definición de un estado que a simple vista no deja ver todo lo que habita en la oscuridad de sus profundidades.  

Estamos frente a una historia que funciona como una radiografía citadina, y que, como todas las radiografías, hay que explorar a contraluz. Por un lado están sus habitantes. Los asiduos de la fiesta en su extensa diversidad. Los fiesteros por tradición. Los que crecieron viendo cómo sus padres asistían a los co...

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