Entre la conmoción, surgió información diversa en medios de comunicación y redes sociales, circulaba la indignación, el dolor y pesar de mujeres y hombres, quienes representaban el sentir de una madre, un padre, una esposa, un hermano, una hija al repensar el suceso. Las imágenes, notas periodísticas, videos e historias de familiares, rescatistas, vecinos del lugar y toda aquella persona que pudo brindar apoyo desde sus posibilidades, junto con muchas otras que opinaban y analizaban lo sucedido, sin duda alguna, nos hacen reflexionar sobre el hecho de que lo sucedido fue algo que pudo haberse prevenido.
De manera particular, al escuchar la denuncia sobre la situación de uno de los rescatistas a través de un video que circuló en redes sociales, me hizo reflexionar sobre cómo abordar esta columna. La persona manifestaba que «¡es responsabilidad de todos los guatemaltecos, las cosas en Guatemala tienen que cambiar, pero es responsabilidad de todos nosotros!», afirmaciones que comparto y siento como propias.
Guatemala atraviesa procesos de elección en donde la ciudadanía tiene participación. En algunos casos existe un voto consciente a la realidad y a las necesidades de lo que se conoce como «el bien común» y en muchos otros, esa participación continúa reproduciendo los resabios de la corrupción.
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Ante ello, esta tragedia fue el resultado de una concatenación de fallas y vicios de la sociedad. Sí, fue la falta de mantenimiento al transporte público, fue la negligencia de permitir un conductor sin las condiciones legales adecuadas, fue la falta de control de velocidad por parte de las autoridades, fueron los legisladores quienes no han actualizado los reglamentos, fueron las autoridades viales y municipales que no exigen que se cumpla la ley… Sí, fuimos todas y todos los guatemaltecos que nos acostumbramos y resignamos a un círculo vicioso que lo único que nos brinda es esta pésima calidad de vida.
¿Debemos seguir negándonos una vida digna para continuar brindando pleitesía y servilismo a quienes defienden intereses individualistas y sectoriales?
El privilegio de unos pocos influye sobre los delirios de «deseo» de poder de los esbirros de la élite a la cual creen que podrían sumarse, esas visiones únicamente nos remiten a tragedias como la vivida el pasado lunes 10 de febrero en Guatemala.
Merecemos condiciones dignas para vivir ¿podemos imaginar un país diferente? Sí, sí podemos. Pero para ello cada quien debe hacer su trabajo. No permitir que las pleitesías y los delirios de poder continúen empañando de sangre nuestro país.
Ese lunes fueron más de 50 vidas a bordo de un bus público; el 08 de marzo de 2017 fueron 41 niñas y adolescentes en la tragedia del Hogar Seguro Virgen de la Asunción; en 2015 fueron 280 fallecidos y 70 desaparecidos en la tragedia de El Cambray II, en ese mismo año surgió el caso «Pisa» el cual visibilizó la muerte de más de 70 personas pacientes renales del IGSS ¿Cuántas vidas más debemos contabilizar para reaccionar?
Estamos en el país de las tragedias por incapacidad e inconsciencia de las personas en sus cargos. Negligencia y corrupción de autoridades en el Congreso, en las municipalidades, en la Corte de Constitucionalidad, en la Corte Suprema de Justicia, funcionarios a cargo de la red vial, en los centros de salud, en los establecimientos educativos y muchas otras instituciones que deberían estar al servicio de la población con calidad y calidez. Sin dejar atrás a los empresarios que hacen negocio con el Estado a sabiendas de la baja calidad de las obras e insumos a brindar ¿Qué es lo que continuamos eligiendo con nuestro voto? ¿Servilismo e individualismo o bien común?
Me gustaría remitir esta idea de posibilidades, a lo que planteé en diciembre de 2021, a través de este privilegiado espacio, lo sostengo, realmente merecemos una gestión pública diferente, no hay duda de que «¡las cosas en Guatemala tienen que cambiar, pero es responsabilidad de todos nosotros!».
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