Este es un momento crítico para el Partido Demócrata estadounidense, está en su hora de la verdad para demostrar que puede evitar la reelección de Trump.
En una quizá tardía demostración de sensatez y madurez política, el presidente estadounidense, Joseph Joe Biden, anunció que desistió de su candidatura...
En una quizá tardía demostración de sensatez y madurez política, el presidente estadounidense, Joseph Joe Biden, anunció que desistió de su candidatura. La noticia no ha causado sorpresa, toda vez los pronósticos apuntaban a que, de continuar, el contendiente republicano, Donald Trump, ganaría propinándole una aplastante y vergonzosa derrota a los demócratas.
Que Biden desista de su candidatura abre una oportunidad para los demócratas para revertir las tendencias, remontar, y lograr ganarle a Trump. Es lo que esperan no pocas personas, no solo en Estados Unidos, sino alrededor del mundo, Guatemala incluida, quienes ven a Donald Trump como un fascista muy peligroso. Esta percepción la fundamentan el discurso y las posturas racistas, xenófobas, misóginas, homófobas y otras de Trump.
Sin embargo, las elecciones presidenciales estadounidenses aún no han sucedido y, por supuesto, Trump puede ganar. No está derrotado y quizá lo que ha ocurrido es que deja de tener la victoria fácil que se anticipaba ante Biden. El resultado de esos comicios parece depender totalmente de lo que hagan o dejen de hacer los demócratas, quiénes serán su nuevo binomio presidencial y qué tan agudos sean sus estrategas y su propio electorado. La gran pregunta, con Biden fuera, ¿podrá la vicepresidenta Kamala Harris remontar y ganarle a Trump?
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Así que, acá en Guatemala debemos mantener las expectativas bien ancladas en la realidad, que parece estar muy lejos de las de dos grupos que creen y ansían una redención estadounidense. Por un lado, quienes esperan que, con el retorno de Trump al poder, se revertirán los cambios desde la victoria electoral del presidente Arévalo, y retornemos al régimen anterior. Y por otro, quienes siguen esperanzados por un gobierno demócrata en Estados Unidos que continúe tutelando nuestra endeble y frágil democracia y que, con sus sanciones, el Departamento de Estado nos quitará de encima al odioso pacto de corruptos.
Nuestra realidad es que nada de eso, ninguno de esos dos extremos ocurrirá. Los vaivenes de la política estadounidense nos advierten que no debemos dejar de lado nuestro aprendizaje para salir adelante sin procesos tutelados. Que nosotros sí podemos lograrlo por sí solos, y que los apoyos de la comunidad internacional son más que bienvenidos y necesarios, pero no pueden ser indispensables, y deben tener como objetivo ayudar a nuestro proceso, sin generar dependencia.
Lo está experimentando de manera descarnadamente clara el presidente salvadoreño Nayib Bukele, conocido antes por su simpatía por Trump y fricciones severas con la administración de Biden. El sábado pasado, Trump arremetió e insultó públicamente a Bukele y a todos los salvadoreños, llamándolos estúpidos y acusándolos de «vaciar las cárceles salvadoreñas y enviar a todos los criminales a Estados Unidos». Semejante agresión xenofóbica prácticamente pondría a El Salvador en una posición muy complicada en caso gane Trump, situación que no nos sería ajena en Guatemala.
Nuestras relaciones con otros países deben ser estrictamente diplomáticas y comerciales con sus instituciones estatales, no con los partidos políticos ni con los gobernantes de turno. En el caso particular de Estados Unidos, las buenas relaciones deben persistir, independientemente si son los demócratas o los republicanos los que gobiernen.
La experiencia nos ha demostrado que Centroamérica sería una región golpeada por un segundo gobierno de Trump. Los demócratas tienen una oportunidad para impedirlo, pero no hay garantía, y es un proceso totalmente ajeno e incontrolable. Así que, lo mejor que podemos hacer es entender bien nuestra realidad y estar lo mejor preparados para cualquiera de los dos escenarios.
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