Los temblores de esta semana revivieron ese verso en mi memoria. Santa María de Jesús, un municipio ubicado a solo 42 kilómetros de la capital y apenas a 10 de la ciudad colonial de Antigua Guatemala, ha sufrido una emergencia que pudo haberse enfrentado de otra manera si las prioridades de las élites políticas y empresariales fueran distintas.
Con una verdadera sensibilidad social, muchas comunidades cercanas a la capital podrían convertirse en polos de desarrollo. Pero el racismo, la discriminación y la profunda exclusión social han calado hondo en la mente de quienes dirigen este país. Por eso, aunque estén geográficamente cerca, viven muy lejos de las urgencias reales de la gente.
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Para explicar esta afirmación, hay que recordar que, cuando uno analiza los indicadores sobre desarrollo, inversión e infraestructura existe una fuerte correlación negativa entre desarrollo y porcentaje de población indígena originaria. Todo se ha hecho evidente en esta emergencia: la combinación de condiciones topográficas y la calidad de la infraestructura vial hacia Santa María de Jesús, condiciona que, pese a estar tan cerca del desarrollo, realmente está tan lejos de las prioridades de quienes siempre han gobernado este país, especialmente, si uno toma en cuenta que más del 90 % de habitantes son de origen Kaqchikel. La ausencia de autoridades para atender con urgencia las necesidades de seguridad y abrigo, sumada a la lenta respuesta institucional en Santa María de Jesús, fue un recordatorio doloroso: para los políticos y empresarios de este país, los ideales de desarrollo e inclusión que consagran los artículos 1 y 2 de la Constitución siguen siendo solo eso: ideales, sin sustento real en la práctica.
Durante un par de años, he visitado de forma regular a un grupo de representantes de la sociedad civil de Chimaltenango que se han aglutinado en una coordinadora de comités de desarrollo que llevan más de diez años trabajando por el desarrollo del departamento. El último de los apoyos brindados a esta coordinadora fue en la facilitación de algunos módulos que se impartieron en la implementación de una escuela de COCODES. El objetivo: por medio del conocimiento, empoderar a los representantes comunitarios para que aprovechen el marco legal de la descentralización, en beneficio de sus comunidades.
Pero para cumplir su sueño de generar desarrollo, han debido enfrentar la oposición sistemática de las autoridades, quienes ven en ese ímpetu ciudadano un obstáculo a sus perversos intereses. Se han acostumbrado a manipular las instancias de inversión para impedir el verdadero desarrollo de muchas comunidades, incluso del actual gobierno. En una reciente visita al representante de sociedad civil de San Martín Jilotepeque, le comenté que me extrañaba que una carretera tan importante como la que conduce de San Martín a Joyabaj fuera aún de terracería. La respuesta fue contundente: varias veces ha sido inaugurada y financiada desde el gobierno, pero realmente la obra nunca se realizó.
La emergencia por los sismos actuales terminará, y con ella se irá también la atención mediática que momentáneamente puso los ojos en Santa María de Jesús. Pero la deuda histórica con los pueblos originarios seguirá ahí: latente, inmutable, recordándonos que seguimos siendo un Estado sin una verdadera nación que nos una.
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