En las últimas semanas he interactuado con diversas herramientas digitales, entre ellas las mal llamadas «inteligencias» artificiales, con el objetivo de comprender su utilidad, su alcance y sus riesgos. Lo primero que me llamó la atención fue la rapidez con la que generan documentos, sintetizando información disponible. En ese proceso de búsqueda, integración y resumen de datos, ya había escuchado advertencias sobre los peligros de la IA: que un usuario común podría no distinguir entre lo verdadero y lo falso. Esta posibilidad, sin duda, representa un riesgo latente, pues podría llevar a personas no versadas a adoptar ciertas visiones de la historia o de la realidad que no se corresponden con los hechos.
Hice una prueba preguntando algunos aspectos específicos sobre una serie japonesa de manga. Sabía que mi hijo era especialista en esa serie en particular. La respuesta de la IA no dejó satisfecho a mi retoño, manifestó que la IA había usado la opinión de un influencer de TikTok que había tergiversado los hechos que narraba la historia, debido a que quería favorecer en esa interpretación el valor y estrategia de un personaje secundario de la serie. Moraleja: la IA puede cometer errores, intencionales o deliberados, debido a que posiblemente no distingue las fuentes que usa, o lo que es peor, ha sido entrenada para responder de una forma específica, tal como se le acusa a aquella IA de origen chino.
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En un segundo nivel de interacción, les di la misma pregunta a diversas herramientas de la IA, definitivamente, me sorprendí al encontrar un núcleo argumentativo, pero una diferencia notable entre el alcance y la orientación de cada una en particular. Un detalle es que ya por defecto, las respuestas de estas herramientas incluyen la advertencia de que en la integración de la información, se pueden cometer errores. Lamentablemente, hace poco también hice una pregunta general sobre un curso que impartía en el nivel de pre-grado. Al finalizar la actividad, descubrí que el ochenta por ciento de los estudiantes tenían definiciones operativas similares. Hicieron uso similar de lenguajes analíticos y elementos centrales conclusivos. Era obvio que todos habían usado alguna IA. Les dije que era imperdonable que usaran esas herramientas sin siquiera mediar sus pensamientos al hacer el famoso copy-paste.
En mi tercer nivel de interacción hubo más aprendizaje. Empecé a pedirle a la IA que me buscara información específica de autores que tenía lejana referencia, debido a que hace mucho que los había leído. La IA me sirvió de sobremanera para refrescar mis ideas y recordar marcos teóricos que por una y otra razón, no son tan accesibles en Guatemala. De la misma forma, empecé a formular hipótesis sobre la relación o divergencia entre diferentes autores y marcos teóricos, de manera que se aplicaran a una realidad concreta.
Me sorprendí lo bien que las IA trabajan cuando tienen una indicación clara de con qué enfoque analizar una petición,qué autores hay que relacionar y a qué realidad hay que aplicarla. Para hacer una comparación, recordé el Oráculo de la antigüedad, que requería primero una pregunta clara y específica, y posteriormente, tener un marco adecuado de interpretación. En ese sentido, la IA es como una suerte de Oráculo moderno: con la misma herramienta, dos personas obtendrán diferente nivel de utilidad en la respuesta, probablemente porque la IA da lo que le piden: si no le piden bien, no da una respuesta adecuada.
En los últimos días, he avanzado hacia aspectos más profundos: ya no se trata de saber algo por saber, sino de profundizar y sistematizar lo que ya sé. En ese sentido, se elimina el problema de que la IA dé respuestas sesgadas, porque tengo conocimiento de lo que le pido. Además, tengo la ventaja de que me permite sistematizar y avanzar a un conocimiento más profundo e intuitivo de lo que ya he construido como aprendizaje. Por ejemplo, decidí usar el marco teórico que he desarrollado por más de veinte años, le pedí a la IA que me ayudara a transitar del concepto abstracto de «Anomia del Estado», para desarrollar una propuesta de indicador sobre concepto que pudiera ser aplicable a mis análisis de la realidad. El resultado fue fascinante: tengo mucho material que estoy trabajando y desarrollando, que espero en el futuro, me permita tener un alcance y una claridad mucho mayor de lo que ya he hecho en el pasado. Como una muestra de este alcance renovado, la cita con la que inicio esta columna fue proporcionada por una de las IA.
Como reflexión final, recordé el famoso dicho: «Lo que natura non da, Salamanca no lo presta»; en tiempos de IA, el dicho podría ser más bien la de la palabra de los talentos: «Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará».
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