El primero se trata de la homilía que predicó durante la eucaristía de acción de gracias celebrada el 18 de octubre recién pasado; el segundo, su discurso con relación al 62° aniversario de la fundación. Ambos con un contenido que, como dijera la Subdirectora Académica del Campus San Pedro Claver, S.J., de la Verapaz, la Mgtr. Daisy Bin Co de Alvarado, al terminar de leerlos: «Nos transmite convicción, fortaleza y esperanza».
Por razones de espacio solo argumentaré acerca de la homilía mediante apostillas que provienen de una visión de Guatemala adentro. Dejaré los comentarios del segundo documento para un artículo próximo. Los textos de la homilía están diferenciados mediante comillas latinas.
«Hoy es un día muy especial de acción de gracias (eucaristía) por la creación y trayectoria educativa de la Universidad Rafael Landívar en Guatemala. Hoy celebramos de manera agradecida la historia de compromiso por la educación que iniciaron en 1961un grupo de laicos y jesuitas con visión de futuro y dispuestos a servir en misión».
Apostilla 1: Esa visión de futuro pude percibirla cuando se inauguró la entonces Sede Regional de la Verapaz el 12 de febrero de 1992. El Rector de entonces, monseñor Luis Manresa y Formosa dijo en uno de sus discursos: “Somos los jesuitas y venimos para instaurar la ruta de compromiso para un mejor futuro”. Ese mejor futuro podemos verlo hoy en muchos escenarios. Valga decir que desde aquella fecha para el día de hoy, 23 de octubre de 2023, la Universidad ha graduado en esta presencia 4,823 alumnas/alumnos en más de 14 Carreras y no argüiré acerca del porcentaje de becados porque, a tenor de un refrán popular: “Lo que se hace con la mano derecha no debe saberlo la izquierda”.
«“La cosecha es mucha y los trabajadores son pocos”, por ello hombres y mujeres de buena voluntad entendieron que la misión educativa al servicio del desarrollo, de la dignidad de las personas y de una convivencia pacífica sería una concreción del Reino de Dios en Guatemala. El Evangelio de hoy nos invita a ponernos en camino con los valores landivarianos al servicio del país. Caminar con audacia y confianza, con perseverancia y disponibilidad, con compromiso y gratitud. Un camino lleno de adversidades, de complejidades y detractores. Fuimos enviados a servir en misión en medio de “lobos”, en medio de depredadores de la vida, de la democracia, de la justicia. Lobos y lobas insaciables de corrupción, que siguen atacando la democracia, la honorabilidad y la equidad. Somos conscientes hoy de la manada de corruptos que devoran la democracia y con autoritarismo feroz alimentan la dictadura populista y polarizadora del pueblo con narrativas falsas y nocivas hipocresías».
Apostilla 2: Difícil fue entender y hacer entender que el Reino de Dios no era un reino impalpable, del más allá, a donde se podía llegar desde el más acá por medio del silencio abstruso confundido con la humildad y una falsa obediencia como se nos enseñaba, incluso, desde sacristía adentro. Nos costó entender y hacer entender que el Reino de Dios comienza aquí y ahora, y es producto de la justicia y la verdad que, vinculadas, nos proveen esa paz que solo Dios puede dar. En este Reino no cabe la corrupción ni la hipocresía ni los autoritarismos, mucho menos, los ataques a una verdadera democracia.
«Hoy se nos invita a seguir caminando como Sistema Universitario landivariano sin apegos, sin falsas ideologías, sin ansias de poder, sólo con honestidad, sencillez y transparencia en el caminar. Se nos invita a seguir caminando, construyendo historia, desde el Evangelio y con el compromiso ético de un futuro esperanzador».
Apostilla 3: Aprendimos entonces que los espacios en la Universidad no eran torres de mando, sino puestos de servicio. Y también aprendimos a enfrentar con hidalguía esos estigmas que nos endosaron como “preconizadores de falsas ideologías” por estar al servicio del bien y de los pobres entre los más pobres. Así, seguimos y seguiremos construyendo historia desde el Evangelio de Nuestro Señor.
«Debemos seguir caminando, haciendo historia, sin detenernos en los distractores, esas falsas narrativas que nos dividen, que nos entrampan e incluso nos seducen. Debemos construir historia universitaria generando convivencia pacífica y propiciando espacios de libertad para poder discernir desde nuestra identidad universitaria lo mejor para el país».
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Apostilla 4: Discernir desde nuestra identidad no ha sido fácil, pero lo estamos haciendo. Hay muchos mimetismos adentro y afuera que a veces son difíciles de diferenciar. Una de las características más afinadas que tiene el mal es disfrazarse de bien, las falsas narrativas están a la orden del día, pero tenemos como herramienta la capacidad de discernimiento, porque, como bien dijo nuestro obispo Rodolfo Valenzuela Núñez durante una visita a nuestro Campus: “San Ignacio era el campeón del discernimiento”. Y en ello nos ejercitamos a diario.
«Como Sistema Universitario Landivariano debemos mostrar signos de esperanza. Debemos generar signos de dignificación de las personas, signos de sanación de tantas heridas personales y sociales. Debemos cuidar de las personas, cerrando heridas y cuidar de la Casa común favoreciendo una ecología integral».
Apostilla 5: Para generar estos signos de dignificación y la sanación de tantas heridas y rehacer nuestros tejidos sociales contamos con las Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús: “Mostrar el camino hacia Dios, caminar con los excluidos, acompañar a los jóvenes en el camino y cuidar de nuestra Casa Común”.
«Damos gracias a Dios en esta eucaristía porque con la trayectoria universitaria de nuestra casa de estudios se acerca cada día más el Reino de Dios, reino de justicia y paz para toda la humanidad. El Dios de la vida nos invita a seguir avanzando con esperanza en nuestra misión universitaria inspirados en nuestra identidad ignaciana y al servicio de nuestra Guatemala».
Apostilla 6: Convencidos estamos, esta trayectoria universitaria acercándonos cada día más al Reino de Dios es la causa del sentido de nuestra vida, como personas y como académicos. Todo, a mayor gloria de Dios, en el entendido que, según san Ireneo, la gloria de Dios es la vida del hombre y según san Romero de América la gloria de Dios es la vida del pobre.
¿Atrevimiento?, tal vez. Escuché la homilía, la leí después y me sentí urgido a escribir estas apostillas desde Guatemala adentro.
Hasta la próxima semana, si Dios nos lo permite.
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