Como es usual en este ensayo de país, el drama Iván Velásquez[1] ha animado otra chamusca de buenos contra malos en las redes sociales. En todo caso, lo más intrigante es que se observa una especie de alianza centrista urbana que, socializando con un guion aprendido, defiende la continuidad de Iván Velásquez a toda costa y rechaza las ideologías. Con una estrategia brillante se ha llevado la mayoría de likes y retuits de la semana. También copó las columnas de opinión.
Su neoideología —«lo único que importa es luchar contra la corrupción, ni derechas ni izquierdas»— es muy efectiva. Vende. Pero pierde fuerza moral si implica dormir con el explotador, el gran evasor o el despojador, especialmente si emiten pomposos comunicados respaldando al dúo dinámico de moda (perdón, a la lucha contra la corrupción y la impunidad), pero pocas veces muestran su apoyo a las gestas populares[2].
Aparentemente, las marchas por el agua, la inclusión o la defensa del territorio no son dignas de comunicados[3].
En su lugar ofrecen un discurso engañoso, fácil de abrazar, de unidad contra la impunidad, sin importar las convicciones profundas. Nos invitan a situarnos en un centro unido que difícilmente durará unido por mucho tiempo.
Pero, si el Codeca y el Cacif[4] no se agarran de las manos y cantan villancicos, es porque tienen visiones incompatibles de la realidad. La frase un futuro mejor significa cosas muy distintas para unos y otros. Predicar que colaboremos y olvidemos nuestras diferencias es invisibilizar las realidades de dominio y opresión existentes. Donde el centrismo dice ver viabilización, otros ven una sutil restauración neoliberal que acumula un bagaje de exclusión importante.
La corrupción es un problema de entre tantos otros igual de urgentes para las mayorías. Unirse en defensa de don Iván, mas no en defensa de la igualdad y de la inclusión estructural, es incoherente, además de indulgente con la corrupción misma. Doblemente incoherente.
Desigualdad política
Así como hablamos de desigualdad económica, también existe la concentración de poder de decisión en muy pocas manos por cuestiones que poco tienen que ver con el mérito. Como cuando un pequeño grupo de iluminados, como si de los reyes filósofos de Platón se tratase, establecen desde arriba un discurso para todos. Ejercen influencia directa en la agenda pública nacional de manera sofisticada, desproporcionada y difícil de detectar. Uno hasta podría pensar que traman algo. Es que terminan moldeando, indirectamente, derecho formal y políticas públicas. Ojo con eso.
Así como la economía responsable busca que no haya extremos de pobreza o riqueza, así también debemos evitar los excesos en influencia política, siempre en menoscabo de los pueblos silenciados y sine suffragio (subciudadanos sin voto en las decisiones que los afectan, la mayoría).
El llamado es a todos, a que siempre cuestionen, duden. Para que la rebeldía sea valiosa, debe ser un estado de inconformidad permanente. Y al centrismo: la lucha contra la corrupción debe ser íntegra e integral. Si minimizan las luchas populares, su activismo es, cuando menos, parcial.
Por último, solidarizarse con Iván Velásquez no significa dar un golpe definitivo a la corrupción, como dicen algunos operadores del centrismo desmatizado. Había maldad antes y habrá maldad después de Jimmy Morales y su pandilla. Aunque la ceiba ante nosotros es prominente, no podemos olvidar el bosque.
Lo último que se desea es que viejas élites finquero-militares sean reemplazadas por nuevas élites intelectual-empresariales salvadoras.
Así pues, esta alianza de centro ilustrado entre izquierdas domesticadas y derechas supuestamente moderadas —reformista mas no rupturista— se constituye en la crème de la crème chapina emergente en un juego fetichista de poder que sigue ignorando a los ignorados de siempre.
Seguramente veo cosas que no están allí.
***
[1] Jefe de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig). Jimmy Morales lo quiere expulsar del país.
[2] Además, no retuitean los comunicados de las organizaciones populares, pero sí las de los sectores tradicionalmente acaudalados, aunque digan los mismo.
[3] Bueno, de hecho, sí son dignas de algunos comunicados, pero a favor de la mal interpretada libertad de locomoción. Otros, menos de derechas, prefieren callar.
[4] Comité de Desarrollo Campesino y Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras, respectivamente.
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