En sus inicios, en el proceso de transición a la democracia tutelada, el TSE fue integrado por profesionales que le hicieron brillar por su alto nivel funcional y confianza ciudadana. A tal grado que, cuando el aprendiz de dictador Jorge Serrano pretendió que el TSE convocara a elecciones, luego del auto golpe, su presidente Arturo Herbruger lo puso en su lugar y planteó que no se podía convocar a elecciones si había estado de excepción.
El sistema electoral y el método de recolección y conteo de sufragios, así como de instalación de las mesas electorales era confiable. A tal grado que varias misiones de observación internacional destacaban esos elementos en sus informes de los procesos que monitoreaban.
Sin embargo, al igual que ha transcurrido con todas las entidades de la institucionalidad democrática, ahora el TSE se encuentra bajo el control de una banda de sinvergüenzas. Antes el TSE brillaba por su calidad, ahora la opacidad y la mediocridad son su carta de presentación. De entrada cabe recordar que dos de sus integrantes presentaron títulos falsos para engordar sus hojas de vida y obtener mayor punteo en los procesos de postulación. El cometer fraude en su documentación, pinta de cuerpo entero a quienes en sus manos tienen la responsabilidad de garantizar el respeto a la voluntad popular.
Lo más grave de esto es que la entidad que debió vigilar la calidad de las personas que aspiraban a las magistraturas, no solo dejaron pasar estos ilícitos sino que hicieron caso omiso de los reclamos por enmendar la falla. El desempeño posterior del TSE ha puesto de relieve la razón detrás de esta permisividad al fraude. Se trata de tener al frente de dicho organismo a personas sin escrúpulos, capaces de violentar la ley y asegurar el resultado que el pacto que ha asaltado la democracia se propone.
De allí que mediante la aplicación arbitraria y discrecional de las normas que regulan las elecciones, se sancione a un partido político por el uso de un emojí en sus comuniciones en sus redes sociales. De igual forma se amonesta a una ex candidata por reproducir un tuit.
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No obstante, hay otras personas que claramente promueven sus figuras como aspirantes a la presidencia y no son cuestionadas por campaña anticipada. El caso más notorio es el de Manuel Conde Orellana, presunto pre candidato presidencial del partido de gobierno, Vamos. Conde, así como Luis Miguel Martínez, protegido del presidente Alejandro Giammattei y aspirante a una curul, han realizado acciones de obvia campaña anticipada sin que el TSE les cuestione por ello. La presidencia tampoco ha sido amonestada por incluir el nombre del partido de gobierno, Vamos, en el eslogan oficial.
De manera que la acción fraudulenta que implicaría encaramar a posiciones de poder a quienes no son favorecidos realmente con el aval ciudadano, está obviamente en marcha. Tal y como se ha planteado en diversos espacios, el fraude no necesariamente consistirá en alterar las actas de las mesas o en falsear los datos en el sistema.
Otra acción anómala del TSE ha sido el letargo en la inscripción de nuevos partidos que reúnen a diputados de oposición que buscan generar una bancada alternativa. Mientras a Sandra Torres la ha favorecido el sistema de justicia para protegerla para la contienda electoral, a los opositores políticos como el diputado Aldo Dávila les criminalizan con decenas de antejuicios para dejarlos fuera del proceso.
De tal suerte que el fraude se está ejecutando incluso antes de que se convoque a elecciones. Al estilo de Daniel Ortega en Nicaragua, el proceso en marcha está encaminado a eliminar antes de la competencia a quienes puedan representar oposición real. Así, el evento que convocaría el TSE en enero solo será un día más en el que las personas que acudan a las urnas emitirán su voto pero no podrán elegir.
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