Quizá haya una que otra candidatura buena, que podría hacer un buen gobierno, una buena diputación o una buena alcaldía, pero prevalece el convencimiento de que las elecciones ya están amañadas.
Con la confianza ciudadana y la credibilidad del proceso electoral por los suelos, ¿puede esperarse que quien gane hará lo que con urgencia se requiere para rescatar Guatemala?
Quizá la principal herencia de los regímenes de Jimmy Morales y Alejandro Giammattei sea la apatía y la indiferencia de la ciudadanía guatemalteca. No por falta de ética o deseo de vivir mejor, sino por el convencimiento de que Guatemala no tiene esperanza, que está perdida en manos de mafiosos, corruptos y narc...
Con la confianza ciudadana y la credibilidad del proceso electoral por los suelos, ¿puede esperarse que quien gane hará lo que con urgencia se requiere para rescatar Guatemala?
Quizá la principal herencia de los regímenes de Jimmy Morales y Alejandro Giammattei sea la apatía y la indiferencia de la ciudadanía guatemalteca. No por falta de ética o deseo de vivir mejor, sino por el convencimiento de que Guatemala no tiene esperanza, que está perdida en manos de mafiosos, corruptos y narcos. Que ya no vale la pena hacer el esfuerzo, pelear por recuperarla y posicionarla en una senda de desarrollo democrático e inclusivo.
Esta realidad tan triste y dolorosa se evidencia de manera cruda en el hecho de que, para la mayoría de la población guatemalteca, quien tiene los medios, se larga como migrante, la mejor opción para buscarse una vida digna, con oportunidades de salud, educación y trabajo. Para millones de chicas y chicos, su peor pesadilla es haber nacido y vivir en Guatemala, y su sueño más anhelado es terminarla largándose, huir de la iniquidad, la desnutrición y la falta de oportunidades.
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Para quienes no pueden huir como migrantes, la prioridad no es cambiar tan terrible orden establecido, luchar por una solución democrática y efectiva a los problemas. Es salvar cada día poniendo un plato de comida en la mesa familiar, sobrevivir en la informalidad, en el mejor de los casos, y si no, sufrir desempleo, pobreza, marginación, desnutrición, hambre, violencia y, en muchos casos, la muerte. O, integrarse a una organización criminal.
Luego, me temo que quedamos una minoría no representativa que goza «privilegios» que no deberían serlo, porque son derechos fundamentales, como salud, educación, trabajo y seguridad. Esta minoría privilegiada, concentrada principalmente en ciertas zonas de la ciudad capital, somos a los que todavía nos quedan recursos y ánimos para intentar luchar y salvar a una Guatemala podrida en corrupción y narco, pero que ya estamos muy lejos de ser masa crítica.
Esta realidad explica por qué la gran mayoría no cree que el proceso electoral pueda proveer soluciones. Quizá haya una que otra candidatura buena, que podría hacer un buen gobierno, una buena diputación o una buena alcaldía, pero prevalece el convencimiento de que las elecciones ya están amañadas y que todo está preparado para que ganen las herederas del régimen mafioso, corrupto y narco. Que la presidencia la ganará una de las dos candidatas que encabezan los sondeos, no por capacidad, propuesta o legitimidad, que la próxima legislatura será peor que la actual y que lideraremos Latinoamérica con el mayor número de narco alcaldes.
A menos que ocurriese algo cada vez más parecido a un milagro, mucho me temo que la voluntad mayoritaria se reflejará en abstencionismo masivo y una gran cantidad de votos nulos. Y con esto, quien gane, porque las hordas de acarreados, pragmáticos o amenazados votarán por alguien, quien hará el gobierno más ilegítimo de nuestra historia, más corrupto, criminal y ladrón que los anteriores.
Lo más trágico de esto, es que no tendría por qué ser así. Otras sociedades han logrado producir cambios profundos para corregir el rumbo cuando las cosas son como hoy en Guatemala. Con ciudadanía y unión social lo han logrado. Pero requieren ese componente que hoy nos falta tanto: fe en que es posible rescatar a nuestra Guatemala, y que sí puede ser algo distinto a una cloaca de corruptos y narcos de la que todos quieren huir como migrantes a Estados Unidos.
Quizá más adelante, muy probablemente otra generación, no la actual de adultos, abra los ojos y lo logre.
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