Ni qué decir de los extremos entre la opulencia y la pobreza extrema que dibujan el paisaje nacional de la distribución de la riqueza. O, por ejemplo, las tasas de propiedad de aeronaves contra el gigantesco déficit habitacional, así como las cifras de generación de electricidad y la carencia de dicho servicio, precisamente en las comunidades donde se asientan las empresas productoras.
Aunque podemos enumerar más circunstancias que evidencian las contradicciones en los distintos ámbitos de la vida nacional, en esta ocasión vamos a referirnos a uno que lo ilustra enormemente. En Antigua Guatemala, declarada patrimonio cultural de la humanidad en 1979, se atenta contra la cultura.
De esa suerte, la alcaldesa Susana Asensio, quien afirma haber llegado para «hacer lo mejor para el municipio», en otro desatino impidió que se realizara la feria del libro en Antigua. Emuló así a los dictadores que ordenaron la quema de libros como arma contra las ideas. En ese caso, Asensio ha llenado de sombras la oportunidad de que Antigua Guatemala cuente con una expresión de difusión de la cultura.
En esa gama dicotómica entre la oscuridad y la luz, en la capital tendremos algo contrario a lo realizado por Asensio. Mientras en la Antigua, patrimonio cultural de la humanidad, se cierra espacios a la cultura, en la ciudad capital, también luego de mucho esfuerzo, se abre el telón de la fiesta de los libros.
Como se viene haciendo año con año desde hace un tiempo, la próxima semana empieza la XIV Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua). Con ella habrá oportunidades para explorar las nuevas ofertas editoriales, repasar las ya existentes y, sobre todo, encontrar, en un espacio compartido, una danza de las letras nacionales e internacionales. Una oportunidad que tampoco estuvo exenta de obstáculos, pues debió cambiar el sitio tradicional por uno nuevo a raíz de condicionantes imposibles de superar.
Poco se comprende que la educación y la cultura son un elemento esencial en la creación de condiciones para enfrentar las enormes dificultades del subdesarrollo. En un entorno donde el emprendimiento es expresado únicamente como el afán de escalar para consumir, el esfuerzo de quienes producen libros es más que titánico. No digamos lo que representa el intento de presentar una oferta de literatura accesible al público.
De ahí que resulte doblemente censurable la actitud de la alcaldesa Asensio, quien termina siendo una especie de censora de la educación y de la cultura. Pero doblemente plausible es el afán de quienes han organizado la feria en Antigua, así como el de quienes desde la Gremial de Editores impulsan la Filgua cada año.
Cual salmones, navegan contra la corriente para ofrecer un evento destinado a poner al público en contacto con la producción editorial. Organizan actividades culturales que enriquecen la reunión de los libros y brindan la oportunidad de intercambio con las autoras y los autores. Aunque la Filgua no sustituye la feria en Antigua, sí puede ser un espacio para insistir en la importancia de que estos eventos se realicen también en los departamentos y de que no haya autoridades miopes, como Susana Asensio, que enclaustran la cultura y la llenan de sombras primitivas.
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