Fiambre

Soy viento y paracaídas. Paso firme en camino de curvas y mil aterrizajes forzosos en cada intento. Malabarista de ganas y anhelos.

Soy tocar el timbre y salir corriendo. Soy carcajada de infancia y llanto sentido. Soy pastel de chocolate en el desayuno y café tibio y azucarado por la tarde. Soy una pizca de realidad y mil de fantasía. Mente brillante para cosas que no sirven de nada.

Soy un millón de amores imposibles embutidos en un solo corazón. Y los miles de besos que me quedan por dar. Soy abrazo sincero y fraterno todas y cada una de las veces. Soy amiga.

Intelectual de paca y maratonista del compromiso. Soy quien se esconde y se encuentra a sí misma.

Soy sonido de alegre pandereta los domingos y lastimero bolero los martes. Devota de la vida y creyente acérrima de la libertad.

Soy alma, ramillete de oraciones respondidas, granos de mostaza y montañas movidas. Y un par de ojos café chispeante.

Militante del hoy (porque es lo que tenemos), vaivén de caderas en tacones, pies cansados y canciones de antaño.

Soy caricia y aliento para mis hijos hasta que la vida me lo permita y aun después.

Soy todo eso aderezado con el vinagre de cuarenta años. Aceitunas, alcaparras y frustraciones más que amargas. Colección de derrotas infinitas y errores garrafales. Cúmulo de desilusiones ancestrales y fallos cotidianos. Y el dulce almíbar de los mismos cuarenta que se ha refinado en barrica de roble y besos.

Concluyo entonces: soy todo un fiambre de emociones y experiencias y objetivos. Hoy y siempre, un real y verdadero fiambre, adornado con hojitas de perejil leopardo.

Todo eso soy.