Con el avance y la consolidación de la llamada teología de la prosperidad, que en realidad es la prédica engañosa para el enriquecimiento del predicador, la derecha ultraconservadora ha servido de instrumento propagandístico y electoral del neoliberalismo. Todo mundo se puede hacer rico, no importa cómo ni a costa de quién, con tal que entregue puntual su diezmo.
La pandemia del covid-19 está mostrando de manera clara cómo estas derechas son contrarias a todo esfuerzo por mejorar las condiciones de vida de los menos favorecidos y hasta su propia salud si están de por medio pingües ganancias, lo cual saca a relucir lo más atrasado del pensamiento conservador, a tal grado que, si la primera muestra fue considerar que aquella era una gripe como cualquier otra, pronto se llegó al cinismo de considerar beneficioso y necesario que los adultos mayores desaparecieran.
Ejemplo triste y doloroso de la presencia de esa forma de pensar en las estructuras de poder es lo que en las últimas semanas ha venido sucediendo en Brasil. Al no tomarse medidas preventivas en los aeropuertos para identificar posibles contagios de pasajeros llegados de países donde el virus ya circulaba ampliamente, el país se ha visto invadido por todos lados de casos en los que ya no es posible establecer el origen del contagio. Brasil comienza a vivir, y en modo ampliado, los padecimientos que han aquejado a España o al estado de Nueva York.
Pero, a diferencia de estos, donde el poder público finalmente asumió su responsabilidad y estableció normas de general cumplimiento para conseguir el aislamiento personal y así reducir el contagio y, consecuentemente, las muertes de muchos ciudadanos, en Brasil son apenas los gobernadores de los estados quienes han tenido que desarrollar mecanismos para contener la velocidad de los contagios y así ofrecer algunas posibilidades de atención médica a su población cuando la necesita.
El aislamiento personal, limitando lo más posible las actividades sociales, sean laborales, comerciales o de ocio, es una recomendación básica para reducir el contagio. Los distintos estados brasileños, aunque tardíamente, fueron implementando varias formas, con la reducción significativa de la actividad laboral y productiva. Las medidas, si bien aceptadas por grandes sectores de la población y hasta de la élite económica, fueron de inmediato cuestionadas por el presidente de la república, Jair Messias Bolsonaro, y su grupo más próximo, que al principio les restaban importancia a las consecuencias fatales del contagio para luego salir en supuesta defensa de la economía y del derecho del ciudadano a ir y venir sin restricción.
[frasepzp1]
En ese debate con los sectores que defienden el aislamiento para evitar el contagio, el presidente destituyó al ministro de Salud, quien, si bien se posicionó a favor del aislamiento general tardíamente, luego apoyo las medidas que los distintos gobernadores fueron adoptando para evitar que en sus grandes ciudades se vinieran a vivir escenas como las de Guayaquil, Ecuador, o las de Nueva York. El seleccionado para sustituirlo es un médico que, además de desconocer el sistema de salud pública brasileño (SUS), es un notorio comerciante de la salud. Fue puesto para reducir, significativamente, el apoyo que desde el Gobierno central se pudiera dar a las medidas de aislamiento social.
Por si esto fuera poco, el mismo presidente ha estimulado —y ha participado en— manifestaciones públicas que demandan a los gobernadores la eliminación de las disposiciones que imponen el aislamiento, como cierre de centros comerciales y religiosos y suspensión del servicio de transporte público y de actividades en la industria no indispensable para la salud y la alimentación.
Brasil es ahora el único país de la región donde el presidente pugna activa y abiertamente por la suspensión de las medidas de aislamiento social, para lo cual cuenta con la participación de sectores de población que, habiendo ideologizado el asunto, consideran todas estas medidas manifestaciones de un comunismo que pretende controlar el país.
La anatemización de la izquierda, intencionadamente mal vinculada con la corrupción, ha fracturado a la sociedad brasileña de tal manera que los sectores progresistas se han convertido ya no en contrincantes políticos, sino en enemigos que se deben eliminar social, política y hasta físicamente. Todo aquello que se refiera a beneficios colectivos o a defensa de los derechos ciudadanos es estigmatizado como comunismo, con los grupos de ultraderecha en una abierta guerra contra todo lo que consideran comunista: desde el respeto a la orientación sexual hasta la lucha por la defensa del medio ambiente.
[frasepzp2]
De esa cuenta, mientras día a día los contagios y las defunciones se multiplican en todas partes del territorio brasileño, con mayor énfasis e impacto en las grandes ciudades, la crisis política también aumenta, al grado de que el 19 de abril, cuando se conmemoraba el día del Ejército brasileño, el presidente Bolsonaro participó en un acto público en el que se les pedía a las fuerzas armadas cerrar el Congreso e intervenir el poder judicial para que, supuestamente, el presidente ejerciera efectivamente el poder y eliminara todas las disposiciones de los gobernadores que obligan al aislamiento social.
Si bien es más que notorio que las concentraciones populares contra el aislamiento social y a favor del cierre del Congreso y de los demás poderes autónomos tienen cada vez menos participación, los que asisten son extremadamente violentos y beligerantes y cuentan con el apoyo de todo un aparato que a través de las redes sociales esparce falsas noticias y difunde estridentes posiciones pseudorreligiosas y acientíficas. De afirmar que la Tierra es plana han pasado ahora a defender, sin mayor criterio científico, el uso de la hidroxicloroquina para eliminar el coronavirus y exigir que sean las familias las que decidan cómo proteger a sus miembros si alguno de ellos es parte de los grupos de riesgo, en lo que han dado en llamar aislamiento vertical.
Tardíamente y sin mayores esfuerzos por enmendarse, varios sectores de la prensa, empresariales y políticos asumen el error de haber impulsado y financiado la candidatura de Bolsonaro a la presidencia. Sin embargo, por temor a la izquierda, que en sus distintas expresiones se ha mostrado madura, equilibrada y coherente, no se ve que a corto plazo Bolsonaro pueda ser apartado legalmente del poder, con lo que el combate de la epidemia será débil y desordenado, con costos altísimos para la salud y la economía del país y de sus vecinos.
Más de este autor