Desafortunadamente, en esta Guatemala nuestra, modelo 2015, donde en menos de 18 meses tenemos de regreso a un expresidente salido del bote en Estados Unidos, donde estuvo preso por ladrón, a otro expresidente encarcelado y enjuiciado por ladrón y a una exvicepresidenta en las mismas condiciones que el último, pero saltando de hospital en hospital porque es difficile tenerla en el tambo, cualquier cosa puede suceder.
Y entre esa categoría de cualquier cosa cabe la cabronada que se ha hecho con columnistas del diario Prensa Libre, a quienes se les dio las gracias por reducción de espacio en la sección de Opinión.
Qué duda cabe. Vaya que sí hay reducción en los espacios de opinión en Guatemala. Esas personas han defendido —desde la trinchera de sus columnas y con su preclaro pensamiento— los derechos humanos y ambientales vulnerados flagrantemente en Guatemala y durante muchos años han sido la voz de los sin voz. Valiente actitud que ha generado malestar en los sectores de la más vetusta inclinación ultraderechista guatemalteca. La reacción de esa detestable estirpe la tenemos en nuestras narices: «¡Silencio, firmes, a la derecha, de frente, march…!».
En su artículo Giro a la derecha, publicado en Plaza Pública el 3 de agosto de 2011, Renzo Rosal anunció, en relación con ciertos pactos entre demócratas y republicanos: «Mientras eso sucede, en Guatemala los mismos sectores del más rancio pensamiento conservador han puesto los huevos en distintos canastos, intentando así un retorno a un escenario social, político y económico donde hay nuevos y poderosos actores, quienes reclaman para sí el ascenso de un pragmatismo sólido, con visión de presente y futuro». Y advertía que serían las elecciones el punto de partida. ¡Cuánta razón tenía! Hoy estamos sobreviviendo en esas «aguas infestadas» que él pronosticó. Los huevos fueron empollados y están reventando, solo que en lugar de pollitos están naciendo serpientes y tapalcúas acompañadas de chinches y sabandijas.
Hace no más de tres semanas platicamos brevemente con Máximo Ba Tiul, y nuestro diálogo versó acerca de las amenazas que se ciernen sobre la población, particularmente a partir de la toma de posesión del gobierno que presidirá James, Jimmy o Jaime Morales (aún no está claro eso del nombre). Luego de que nos despedimos medité acerca de la fragilidad de la vida humana durante la guerra interna. Recordé las intimidaciones, los salvajismos, la degradación a la que se llegó, e imaginé que los pretéritos expertos en la imposición del miedo volverían como aves de mal agüero. Pensé que se iniciaría otra época de intento (conste) de implantación del terror y que se empezaría por la imposición del silencio. Luego reí y especulé que mis ideas eran febriles, que eso no podría suceder. No había pasado ni una semana cuando fueron retirados los primeros columnistas del periódico que, junto con el desaparecido El Imparcial, leí diariamente desde los cinco años de edad.
Afortunadamente, las redes sociales equilibran esa perversa tendencia referente a que, cada vez más, un reducido núcleo de personas detenta órganos de comunicación como la prensa escrita y televisiva. Digo afortunadamente porque una actividad de esa naturaleza (tratar de que la gente piense en una sola dirección) oscurece el intelecto, de suyo bastante apagado por la pésima educación formal que el Estado ofrece a la niñez y a la juventud. Así las cosas, cuando menos, la comunicación no nos la quitarán. Y en cuanto a columnistas de opinión, aún quedan algunos pocos a quienes sí les viene bien la adjetivación de honestos, decorosos e independientes. Otros no pasan de ser muñecos de ventrílocuo sentados en el muslo derecho de sus patrones, que les gritan todos los días: «¡A la derecha, de frente, march…!». Si a mí me tocara en suerte que algún mandamás me gritara así, le haría ojitos de cangrejo y le diría no muy finamente: «Aquí está tu son, Chabela».
Mi solidaridad con las y los columnistas censurados. Tengan por seguro que los seguiré en las redes sociales. Y asumamos todos el viejo dicho: «No hay mal que dure cien años ni enfermo que lo resista».
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