En 1984, la militante revolucionaria Luz Haydeé Méndez, fue detenida y desde entonces está desaparecida, en el marco de una operación contrainsurgente del ejército de Guatemala. Su caso aparece registrado en el documento del horror, conocido como Diario Militar o Dossier de la Muerte. Junto a Luz Haydée también están registradas más de 180 personas cuya vidas fueron truncadas por el aparato represivo que estaba instalado para aniquilar las voces de la disidencia y la oposición. En ese entonces, el gobierno lo ejercía Óscar Humberto Mejía Víctores quien conducía la operación final de limpieza de la estrategia de aniquilación contrainsurgente.
En 2017, treinta y tres años después del secuestro de Luz Haydeé, 56 niñas fueron encerradas durante un incendio en un mal llamado hogar, a cargo del Estado. El 8 de marzo de ese año, 41 niñas murieron quemadas y otras 15 sufrieron gravísimas quemaduras que han marcado sus cuerpos de por vida. En ese entonces gobernaba Jimmy Morales Cabrera quien, según las primeras declaraciones de elementos de la Policía Nacional Civil (PNC) en el lugar, habría ordenado mantener a las niñas encerradas y permitir que el fuego las eliminara.
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Las niñas agredidas –asesinadas o gravemente heridas–, habían protagonizado una fuga el día previo, como recurso extremo ante el silencio e inacción de las autoridades a quienes habían denunciado los abusos que sufrían. En años previos, la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH), había señalado la gravedad de las situaciones que vivían. Las niñas y niños en el hogar Virgen de la Asunción, reportaban ser vícitmas de tratos crueles e inhumanos, tortura y violencia sexual. Se hizo pública la existencia de una red de trata que utilizaba a las niñas internas y servía a altos funcionarios de gobierno.
Ni el sistema nacional ni el Sistema Interamericano de Derechos Humanos accionaron con celeridad a las denuncias y acciones de la PDH. Las denuncias y acciones de la oficina del Ombudsman prácticamente fueron engavetadas hasta que se produjo la tragedia. Ante el agotamiento por la falta de atención a sus denuncias, a las víctimas no les quedó más remedio que intentar huir. Allí sí, para «recapturarles», accionó con celeridad la PNC y las concentró en una habitación del inmueble.
Las autoridades hicieron oídos sordos a los avisos de fuego y se tapiaron los oídos cuando los gritos anunciaban el horror. Esas mismas autoridades impidieron el ingreso de los cuerpos de socorro hasta que le masacre se había consumado. A lo largo de los años transcurridos, lass autorías material e intelectual –incluído Jimmy Morales–, han vivido en impunidad. La misma impunidad que han tenido los autores materiales e intelectuales del secuestro de Luz Haydeé y la tortura y agresión a sus dos hijos.
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Y lejos de analizar autocríticamente semejantes conductas, el Estado de Guatemala vuelve a escoger el 8 de marzo para asestar un golpe más contra las disidencias. Las y los diputados al Congreso, avanzaron en las dos primeras lecturas de la iniciativa 5272 Ley de Protección de la Vida y la Familia, para tenerla lista para su discusión. De manera que, el debate en tercera lectura y aprobación final de dicha norma quedó en la agenda del 8 de marzo.
La selección de la fecha para aprobar dicha ley, no es casual puesto que tiene dedicatoria explícita en contra de las mujeres, en particular en contra de derechos sexuales y reproductivos, así como en contra de la comunidad LGBTTIQ+ y la diversidad sexual. El fundamento del engendro aprobado es el discurso fariseo de los valores familiares pero que en esencia es la reproducción de la doctrina de la misoginia y de la diversofobia que enarbola la heterosexualidad como norma de vida.
El estado patriarcal, misógino, racista y excluyente de Guatemala levanta el estandarte de la inquisición. Sin embargo, sobre este, con las luchas de las mujeres, las organizaciones sociales y la diversidad sexual, habremos de ejercer nuestro derecho a ser, a vivir y amar en paz. En ese estandarte habrá de colocarse la bandera del arcoiris y los banderines lila y verde, del derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.
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