En este caso en particular, es urgente e indispensable que se dé protección sanitaria a los familiares del paciente y que logren cumplir su cuarentena de manera estricta, pero no como delincuentes, sino como ciudadanos que hasta hoy no han contado con el más mínimo apoyo de un Estado que solo protege las ganancias de los que financian campañas electorales.
La familia del paciente 36 debe recibir, cuanto antes, atención alimenticia y psíquica, de manera que el contagio no se propague en todo San Vicente Buenabaj, Totonicapán. ¿En qué vehículo y con quiénes viajó desde la ciudad de Guatemala hasta su casa? Todos ellos deberían estar siendo monitoreados y apoyados para que, si están contagiados, logren recibir atención médica de inmediato.
Es de advertir que los contagiados no son culpables ni responsables de su dolencia, por lo que la sociedad no debe verlos como apestados, sino como vecinos necesitados de apoyo y solidaridad. ¿Dónde están los millones de quetzales que se autorizaron para atender la emergencia del covid-19? ¿Cómo se están empleando para proteger a todos los que están en cuarentena para que superen psicológicamente la enfermedad? No se ve que a todos estos retornados, que semanalmente suman centenas, se les esté dando la atención y el cuidado que requieren. No solo por ellos, sino por la población en general.
Los grandes grupos económicos han entrado en estúpida competencia mediática para ver quién hace más grande el cartón donde dice el monto de su donación, que no es más que un retiro mañoso de las ganancias y que, en consecuencia, los exime del impuesto sobre la renta, que de por sí ya es bajo. Pero no es eso lo que el país necesita en estos momentos. Lo que debe exigirse es responsabilidad fiscal, cumplimiento inmediato de las responsabilidades fiscales de esas empresas y uso adecuado, inteligente y transparente de los recursos extras recién liberados por el Congreso.
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Son los migrantes, retornados de manera abusiva e irresponsable por Estados Unidos, en quienes hay que centrar todo un proceso de atención y protección. Muy particular. El paciente 36 viajó en el mismo avión con los demás desesperados ciudadanos que vieron frustradas sus expectativas de una vida al menos un poco menos indigna que la que sufren en el país. Y debería habilitarse un espacio, financiado con los millones que dizque regalan las empresas, para que allí, antes de partir para sus hogares, cumplan el aislamiento. Uno de tantos hoteles que actualmente están vacíos podría adecuarse para ello, como también podrían ser los hoteles del Irtra. Todos los que viajaron juntos deben ser testados. Si el caso 36 hubiese sido biológicamente evaluado, con seguridad no habría tenido que sufrir todo lo que en el viaje de ida y regreso ha padecido. No se puede seguir confiando solo en la sintomatología del momento. Como ya muchos expertos lo han explicado, a más test, más personas diagnosticadas con el virus, pero, descubierto este a tiempo, es posible tomar todas las medidas profilácticas para preservar al resto de la población.
En esos lugares de aislamiento temporal deben ser tratados como ciudadanos, con controles de salud diarios y atención psicológica, para certificar a la sociedad que, incorporados a sus comunidades, no son portadores del virus.
Si el Gobierno de Guatemala no tiene la capacidad política para impedir que sigan llegando retornados, debe tener al menos la sensatez de hacer las cosas de manera responsable y seria, y no solo jugar a que se está controlando la pandemia, esperando un milagro que no llegará si todo se hace simplemente para aparecer en los medios, abrazarse, felicitarse con los dueños de las grandes fortunas y hacer que la gente crea que se está trabajando.
El presidente debe dejar de ir de un lado para otro como alocada cucaracha, rodeado de sus serviles e ineficientes adláteres, y definir, cuánto antes, cómo impedir que el virus se transforme en comunitario. Debe dejar de cantar el número de contagios como si fuera lotería.
Multiplicar los test es indispensable, así como reducir al máximo la movilidad y el contacto social en las grandes ciudades. Dado el notorio pésimo control y diagnóstico de los contagios, es urgente que cese el alboroto que ya se vive en los centros urbanos. Tal vez aún estamos a tiempo de evitar convertirnos en otro Guayaquil. No es necesario que la capital y los municipios de mayor movimiento parezcan vivir el silencio de la amenaza contrainsurgente de los años del terrorismo de Estado, pero sí se pueden mostrar apacibles e inmóviles, como en los feriados de Navidad o de Sábado de Gloria, anunciando con el encierro de sus habitantes que podemos llegar a un Domingo de Resurrección ciudadano no necesariamente cargado de aleluyas.
Todo esto no debe impedir que las distintas campañas de vacunación programadas antes de la pandemia del covid-19 se realicen. Todo lo contrario: el MSPAS debe impulsarlas de manera urgente, pues no por tapar mal un hoyo se van a destapar muchos más.
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