Olvidaron revisar brevemente los libros de historia y, si lo hicieron, tal parece que se quedaron con la historia de militares traidores al estilo de la Guatemala de 1954. No lograron entender que un golpe de Estado solo lo han dado los militares para quedarse en el poder, y no para servir de escalera a otros, y que hasta el intento de golpe del comandante Chávez en Venezuela fracasó estrepitosamente. Tal parece que los estrategas estadounidenses creyeron que con un grito de su presidente el régimen de Maduro se desmoronaría, por lo que, en ese sentido, solo queda una de dos: o sus servicios de inteligencia son rotundamente incapaces de descifrar la realidad o desde el inicio han dispuesto jugar a fanfarrones sabiendo que con poses autoritarias ganan electores en su país, aunque no logren doblegar gobiernos sustentados popularmente, sean o no de su agrado y estilo.
El bloqueo económico a Venezuela comenzó desde los inicios del gobierno de Hugo Chávez y demostró de nuevo que esas medidas hacen sufrir a las poblaciones, pero, en lugar de aflojar a los gobiernos, los atornilla más en el poder. Son ejemplares los casos de Corea del Norte, que lleva más de medio siglo sufriendo de bloqueo sin que la dinastía Kim pierda el control del poder, y de Cuba, donde Fidel consiguió librar toda suerte de bloqueos y atentados y hasta ahora la revolución cubana sigue firme y activa.
Que en ambos países, como en Israel y en los países árabes que Estados Unidos protege, se violan derechos humanos es totalmente cierto. Pero no es atacando hasta el cansancio a unos y solapando a otros como esos derechos se van a proteger. Y no es la potencia estadounidense la más indicada para exigirlo, pues se ha aislado de todos los organismos internacionales que los protegen para que, precisamente, no se les juzgue por todos sus crímenes.
La crisis humanitaria en Venezuela es, en buena medida, consecuencia de las políticas de bloqueo económico que Estados Unidos le ha impuesto a ese país. Y, como ha quedado claro en estos sufridos cuatro meses, la crisis política solo se solucionará con una negociación entre las distintas fuerzas. Es más: si se es real y efectivamente democrático, será la población la que en un evento claro y transparente reafirme su voluntad en favor de uno u otro sector. Para ello, la situación estadounidense es ejemplar: allá la inmensa mayoría no está contenta con su gobernante, que obtuvo más de tres millones de votos menos que su contrincante, pero alcanzó el poder, y será solo mediante un proceso electoral como se podrá sacar a los fanfarrones halcones de la Casa Blanca.
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No es posible negar que al gobierno de Maduro lo apoyan amplios sectores de la población y que tanto los militares como los dirigentes de los otros poderes no desean un rompimiento institucional. Guaidó sigue siendo un buen activista político, pero para nada puede ser considerado jefe del Ejecutivo venezolano. Sentar a ambos sectores en una mesa de diálogo, en consecuencia, parte de considerar tal escenario y de que los mismos actores, quiéranlo o no, acepten esa situación.
Es por ello que el logro de la diplomacia noruega al conseguir sentar a la mesa de conversaciones a ambos sectores es de felicitar y estimular, aun cuando los opositores se nieguen a considerar que han dado un paso de sensatez y responsabilidad política.
Guaidó y los suyos seguirán estimulando el Comando Sur de las fuerzas armadas estadounidenses para que invadan el país y lo sienten a él en Miraflores, muy al estilo del panameño Guillermo Endara, pero, a diferencia de la invasión estadounidense a Panamá en 1989, no serían tres mil las víctimas, si no muchas más, y en la refriega caerían simpatizantes de los opositores, que, por lo que parece, no solo permanecen divididos, dadas sus ambiciones políticas, si no que no están dispuestos al más mínimo sacrificio personal. Si el Comando Sur opta por un ejército de mercenarios, la única posibilidad militar en estos momentos, la patraña está siendo evidenciada desde antes de concretarse, por lo que estaría condenada al fracaso, como lo estuvieron el golpe de Estado y la supuesta entrada victoriosa de la ayuda humanitaria.
Los noruegos, con una experiencia de más de 30 años de estimular diálogos y negociaciones de paz, la mayoría de ellos exitosos, han enviado al mundo un claro y serio mensaje. Venezuela no puede ser un territorio donde mande e imponga Estados Unidos, con sus títeres latinoamericanos de comparsas. En Venezuela la disputa política puede y debe resolverse mediante mecanismos políticos. Serán los venezolanos los que escojan su modelo político y su rumbo, y, si bien no todos saldrán complacidos, los guaidoístas tendrán que aprender a convivir con sus diferentes o refugiarse en Miami a rumiar sus odios y frustraciones, como lo hacen desde hace 60 años los reaccionarios cubanos.
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