Bien haríamos las y los ciudadanos responsables en levantar la voz y hacer saber, primero que no creemos en la demagogia barata y segundo, que la rechazamos enérgicamente. Por lo menos eso hagamos.
Con el arranque de la campaña electoral, proliferan los llamados a una campaña de altura, sin violencia, más debate y menos demagogia. ¿Es mucho pedir?
Por desgracia, eso parece, que es mucho pedir en un proceso electoral que avanza golpeado severamente en términos de credibilidad y legitimidad. ¿Qué puede esperar la ciudadanía guatemalteca luego de los desaciertos del Tribunal Supremo Electoral (TSE) en el proceso de inscripción de candidaturas?
¿Hay todavía algo que se pueda r...
Con el arranque de la campaña electoral, proliferan los llamados a una campaña de altura, sin violencia, más debate y menos demagogia. ¿Es mucho pedir?
Por desgracia, eso parece, que es mucho pedir en un proceso electoral que avanza golpeado severamente en términos de credibilidad y legitimidad. ¿Qué puede esperar la ciudadanía guatemalteca luego de los desaciertos del Tribunal Supremo Electoral (TSE) en el proceso de inscripción de candidaturas?
¿Hay todavía algo que se pueda rescatar? ¿Debe la ciudadanía asumir acción, pese a lo ocurrido?
Sin duda. Lo peor que puede ocurrir es que las mafias detrás de muchas candidaturas y partidos políticos se sientan cómodas con una ciudadanía negligente, apática y que no cuestiona.
[frasepzp1]
No había transcurrido aún el mediodía del lunes 27, cuando las calles de las ciudades, y los espacios publicitarios en radio y televisión se vieron abarrotados de los primeros anuncios de propaganda política. Propaganda que, lamentablemente, repite las formas y presentaciones vergonzosamente carentes de contenido y seriedad, pero sí repletas de propuestas populistas y toda forma de demagogia.
Se ofrecen bonos familiares, formas maravillosas para usar las remesas que envían las hermanas y los hermanos migrantes, seguridad, bienestar entre otras, todo un frenesí por qué político ofrece la oferta más seductora, por ridícula o inviable que sea. Lo que ya se escucha hace casi lucir serio y creíble al exconvicto Manuel Baldizón. Preocupa y avergüenza ver que, si esto es lo que estamos viendo y escuchando sólo en las primeras horas de la campaña autorizada, ¿qué podemos esperar en los meses próximos?
Las acciones ciudadanas que deben emprenderse en este maltrecho proceso electoral actual son muchas y diversas. Sin embargo, una está quedando muy clara: se debe rechazar enérgicamente la demagogia descarada que plaga la propaganda electoral. Me niego a creer que la mayoría de la gente en Guatemala no se de cuenta de las mentiras y embustes que dicen la mayoría de las y los candidatos. Que crean que, al votar por tal o cual persona o partido, efectivamente les cumplirán lo prometido. Quizá haya por allí más de algún ingenuo o fanático enajenado mental que lo crea, pero la mayoría no.
Sí que una parte importante del electorado actuará de manera pragmática, convencida que el proceso electoral no vale para nada, pues asistirá a los mítines, aplaudirá cuando le pidan que lo haga, quizá hasta vote temeroso de que le espíen o controlen. Pero no por convicción y fanatismo, sino por el rédito inmediato de recibir unas muy necesarias láminas de zinc, una bolsa de abarrotes o una gallina. Y nuestra desgracia es que, gracias a estos votos, alguna candidata o candidato resultará electo y el ciclo de la desgracia de Guatemala dará una vuelta más, con una presidencia aún peor que la de Giammattei, que está confirmando ser peor que la de Jimmy Morales, y la de éste, peor que la de Otto Pérez Molina y así. Exactamente los mismos comentarios aplican a las candidaturas a las diputaciones, a las alcaldías, concejales y síndicos municipales. Fácilmente podrá apostarse que la décima legislatura será peor que la novena y que esta fue peor que la octava y así.
Bien haríamos las y los ciudadanos responsables y que quizá no tenemos necesidad de ese pragmatismo de integrar la «base» de los partidos políticos a cambio de unas láminas o una bolsa de alimentos, en levantar la voz y hacer saber, primero que no creemos en la demagogia barata, y segundo que la rechazamos enérgicamente. Un recurso de decencia, para dejar bien clara la ilegitimidad de quien gane así. Por lo menos eso hagamos.
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