Fue el 12 de febrero de 1992 cuando, siendo aún rector, monseñor Luis Manresa pronunció aquel apasionado discurso que contrastó con su habitual apacibilidad. A su disertación la tituló Quiénes somos y a qué venimos. En un lapso de 40 minutos explicó quiénes eran los miembros de la Compañía de Jesús (quiénes somos) y la visión y la misión de la universidad (a qué venimos).
Pero la génesis de la Universidad Rafael Landívar en este territorio va más atrás de las posibilidades históricas que se puedan tener en mente. Se remonta a un periodo entre 1966 y 1969, cuando monseñor Manresa era el Obispo Titular de la Diócesis de Los Altos y el presbítero Gerardo Humberto Flores Reyes (sacerdote diocesano de Quetzaltenango) fue ordenado obispo y nombrado como Auxiliar de don Luis Manresa y Formosa. Tres años fueron suficientes para que, más allá de la relación eclesial, se acendrara entre ellos una amistad inquebrantable. A finales de 1969 el obispo Flores Reyes fue trasladado a Puerto Barrios como Administrador Apostólico de Izabal y ocho años después (17 de diciembre de 1977) fue nombrado Obispo Titular de la Diócesis de Verapaz, una parcela eclesiástica cuya erección canónica se remonta a la fecha 21 de junio de 1561.
En 1979 monseñor Manresa dimitió de la mitra de Quetzaltenango y en 1981 fue nombrado Rector de la Universidad Rafael Landívar. Seis años más tarde (1987) hizo una visita a la Diócesis de Verapaz para dirigir un retiro al clero diocesano. En aquella ocasión tuve la oportunidad de apoyar al obispo Flores Reyes en la logística de la actividad, razón por la que conocí personalmente a monseñor Manresa. Y después del almuerzo de despedida, al que fui invitado, monseñor Flores le dijo a su antiguo superior: «Qué me dices, ¿traemos la Universidad a la diócesis?» y don Luis Manresa le respondió: «Dalo por hecho». Por la manera en que hablaron pude colegir que ya habían tratado antes el tema y ese mismo día quedó integrado un comité que se llamó Comité de Apoyo. Huelga decir que al inicio lo integrábamos monseñor Flores y yo, solamente.
Tres años después el proyecto cobró forma y se conformó una comisión en el anterior Campus Central hoy Campus San Francisco de Borja. Sus miembros comenzaron a visitar el territorio y al frente del grupo venía el director del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la URL, Miguel von Hoegen. Nuestro comité de apoyo se hizo más numeroso y el 12 de febrero de 1992 se dictó la primera cátedra.
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El contexto social y religioso era complicado. El cese de la guerra interna aún no se avizoraba y los grupos beligerantes no ocultaban su recelo cuando se hablaba de la inminente presencia de la universidad católica en el territorio. Más aún cuando, desde la sede episcopal, se retomó el derrotero que el obispo Gerardo Flores había señalado para la Iglesia de Verapaz en 1985. Se trataba del contenido de su Primera Carta Pastoral en la que reivindicaba: «Una Iglesia autóctona, en marcha y profética». Este novedoso rumbo nunca fue del gusto de los católicos tradicionales. Ni qué decirlo, los miembros del comité de apoyo fuimos ubicados como epicentro de un terremoto que solo existía en las febriles mentes de los tradicionalistas, y en las de los amos y señores de la guerra.
Ese año, 1992, monseñor Manresa dejó la rectoría de la universidad. Antes de hacerlo nos hizo ver su preocupación por la situación de salud que se vivía en la región y nos habló de la necesidad de implementar carreras que tuvieran qué ver con el desarrollo y el bienestar de sus habitantes. De esa inquietud devinieron las 24 carreras de pregrado y los 2 posgrados que 7 Facultades ofrecen en la actualidad, medicina y enfermería incluidas.
Así, cada año, palabras más, palabras menos, rememoro a manera historiográfica nuestro devenir. Hoy tenemos incluso el Centro Integral de Proyección Profa Matilde Col Choc al servicio de las personas más necesitadas.
A 62 años de la fundación de nuestra querida Alma Mater y a tres décadas y dos años de su presencia en nuestra tierra, honramos la memoria de aquellos prelados, rectores, miembros de los Consejos Directivo y Ejecutivo y de todas las personas que hicieron posible su presencia en el aquí y el ahora de Tezulutlán-Verapaz.
¡Pasión por la misión! Todo, a mayor gloria de Dios.
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