Katie, una niña de 13 años fue brutalmente asesinada, este hecho queda en segundo plano pues toda la trama se centra en la situación familiar del presunto culpable: un adolescente.
La forma en que se presentan los eventos no da cabida a saber más de la víctima: una niña de la que apenas se dice el nombre, se muestra una foto y de su familia no se comenta gran cosa. Por otro lado, el protagonista y su padre son presentados como hombres que pueden pasar de la amabilidad a estados violentos con facilidad. El adolescente pide a su padre como tutor.
Durante las entrevistas realizadas al joven, se evidencia que él fue víctima de la chica asesinada. Katie lo acosaba a través de comentarios en Instagram. Jamie la sigue en la virtualidad, discute con ella y luego la apuñala varias veces.
Esta serie impactó en el público durante su estreno. De hecho, fue la serie número uno en Guatemala según Netflix. Ahora veamos ciertos hechos en frío: el joven pierde el control varias veces durante la entrevista con la psicóloga. Es más, en algún momento la culpa a ella por –él– haber aceptado ser el ejecutor de su compañera de clase. Y claro, es verdad que Katie lo molestaba con comentarios sobre su sexualidad en Instagram, pero ¿merecía morir por ello?
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La propuesta de la serie no deja oportunidad para que el público se interrogue: ¿Por qué el hecho violento queda relegado y sin importancia? ¿Por qué la vida de Katie no es un evento primordial en la trama? ¿Por qué la mayoría de mujeres de esta serie se presentan como débiles, obedientes, asustadas y poco racionales? Obsérvese a la madre de Jamie: resignada, intenta estar bien para no provocar la violencia del padre. ¿Y la hija? Bien portada, afligida por el padre, queriendo ser la hija modelo que lucha para no incomodarlo.
La antropóloga Rita Segato realizó una investigación en prisiones masculinas para estudiar conductas violentas y agresivas de los hombres. En ella afirma que, en el sistema patriarcal, los hombres y los niños son los primeros en sufrir, y mucho. Anota que existe una obligación del hombre de ser el fuerte, el que todo lo puede, el que no debe demostrar debilidad, ni sensibilidad alguna. Todas estas cuestiones son el precio alto que hay que pagar para mantener una idea de «masculinidad fuerte».
Así, si se ve la realidad planteada desde ese contexto se comprende la postura del programa. Sin embargo, cabe hacerse la pregunta ¿Los creadores de la serie dieron este enfoque porque comulgan con las conclusiones del estudio de Segato?
Porque, de otra forma, esta producción solo sería un alarde a la violencia masculina, un pretexto demasiado frágil para explicar la descomunal respuesta de Jamie hacia Katie, quien —no se olvide— terminó muerta. Una oda a la «victimología» centrada en los perpetradores de la violencia: un abuelo violento quien vendría a ser la causa por la que el padre y el nieto no puedan controlar sus impulsos agresivos. Un clamor de empatía con el asesino y su herencia paterna, con el fin de que el espectador asimile que, en esta narrativa, incluso quien asesinó a una niña de 11 años es retratado como otra víctima del frágil mandato masculino.
Esta serie me parece que queda en deuda respecto a la violencia contra niñas y mujeres. Deja un sabor agridulce: por un lado, se siente empatía por el sufrimiento del niño, pero ¿cuándo va a ser importante el arrebato de la vida de la niña?
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