Las remesas familiares que nuestras hermanas y hermanos migrantes envían desde el extranjero, principalmente desde los Estados Unidos, hoy, y desde hace más o menos una década, son el sostén del sector externo de la economía guatemalteca. En 2024 alcanzaron los USD 21,510 millones, 8.6 % más que las recibidas en 2023, un monto que representa el 20 % de la producción total de Guatemala medida por el producto interno bruto (PIB). Es decir, el volumen de remesas recibido el año pasado equivale a la quinta parte del tamaño de toda la economía guatemalteca.
Las remesas son mucho mayores que los USD 14,588 millones recibidos en 2024 por las exportaciones de bienes y servicios, las cuales crecieron solamente 2.8 % respecto a 2023. Muchísimo más grandes que los USD 1,650 millones recibidos en 2024 por inversión extranjera directa, o que los USD 1,324 millones recibidos en 2024 por el turismo receptivo. O sea, por cada USD 10 que Guatemala recibe de remesas, recibe USD 6.78 por exportaciones y solamente USD 0.77 por inversión extranjera directa y USD 0.62 por turismo.
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Estos datos permiten comprender cómo es que la cuenta corriente de la balanza de pagos de Guatemala no está en posición deficitaria, toda vez que tenemos un déficit en la balanza comercial; en otras palabras, importamos más de lo que exportamos. Contrario a lo que los libros de texto dicen que debería ocurrir cuando un país importa más de lo que exporta, tenemos un superávit en la cuenta corriente de la balanza de pagos: en 2021, de 2.2 %; en 2022, de 1.3 %; en 2023, de 3.1 %; y en 2024, de 1.7 % del PIB.
Por otro lado, las remesas familiares son mucho más grandes que todo el presupuesto ejecutado por el Gobierno central en 2024 (alrededor de USD 15,260 millones), y de todos los impuestos que se recaudaron en 2024 (alrededor de USD 13,420 millones). Con ello, las remesas que nos envían nuestros migrantes son más grandes que todo el gasto social y la inversión pública que realiza el Gobierno.
Semejante influjo de dinero desde el exterior tiene enormes beneficios económicos. Además de la ya mencionada posición externa superavitaria, es un factor que contribuye de manera decisiva a la estabilidad del tipo de cambio, aporta un caudal enorme de divisas a precio estable que favorece a importadores de los sectores industrial y comercial. Además, financia las inversiones y los gastos de una enorme cantidad de hogares, llenando los vacíos que deja la pobre inversión pública, el gasto social y los programas de protección social del gobierno.
Falta acá el espacio para continuar exponiendo los enormes beneficios que nos brindan las remesas de quienes tuvieron que huir del país, marginados por la falta de oportunidades de empleo y bienestar. A los que esta sociedad y sistema económico les dio la espalda, y que ahora nos sostienen la macroeconomía. Pero parece que nos cuesta, o no queremos entenderlo. Semejante caudal de migración forzada no es para celebrarla y sentirse orgullosos, es una vergüenza.
Ahora que Trump amenaza con aplicar un impuesto, justo a esas remesas de las que dependemos de manera tan crítica, y a intensificar las deportaciones masivas, ¿cómo nos estamos preparando? ¿Cuál es el plan de respuesta del gobierno de Arévalo?
Entidades gubernamentales como el Ministerio de Economía tienen una responsabilidad crucial ante esta situación, preocupa que no han dicho ni hecho nada por la aplicación de los nuevos aranceles por parte de Estados Unidos, ¿no harán nada en caso se intensifiquen las deportaciones o las medidas para atacar el vital flujo de remesas?
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