Su protagonista principal es Haymitch Abernatthy al que le toca, más o menos azarosamente, participar en la edición quincuagésima de esta grotesca institución. Posteriormente será encargado de entrenar a los tributos de su empobrecido distrito trece, incluyendo a Katnis Everdeen y Peeta Mellark, los personajes principales de la trilogía.
Es una novela de acción que se ubica en un futuro distópico. En este futuro, los juegos se han consolidado como castigo de una guerra lejana en el tiempo, sostenimiento del poder dictatorial del Capitolio y espectáculo sanguinario[1]. Se producen en un momento en que la población (los distritos) todavía se encuentra muy lejos de una rebelión con posibilidades de éxito. Existen condiciones políticas, económicas y sociales para desear un cambio, pero este no es posible. Lo que sí existe es la rabia ante una situación de opresión que se basa en la violencia.
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En un diálogo al inicio de la novela entre Haymitch y Leonore Dove, su novia amada (quien le quiere «más que el fuego a las brasas»), se ponen a hablar sobre la inevitabilidad de «la cosecha», es decir, de la selección de niños como tributos para ser enviados a los juegos del hambre. La cosecha es como los amaneceres. Es seguro que ha habido durante toda su vida (son jóvenes adolescentes) y que seguirá existiendo en sus vidas con la fatalidad de las vueltas del sol (por añadidura, Haymitch cumple años ese día). Pero Leonore lo cuestiona y le hace una pregunta absurda y asombrosa: «¿Te imaginas que amanezca en un mundo sin cosecha?». La respuesta de Haymitch es lógica: «No». Porque la cosecha (la opresión y la violencia) siempre han existido. Penetra la vida cotidiana y social, se ha naturalizado y es muy difícil considerar que tenga un fin.
Sin embargo, puede leerse la novela (y en general, la serie de libros de Collins) en clave de respuesta a esa pregunta. Haymitch intenta imaginar y producir un mundo en que la cosecha ya no sea una fatalidad, aun cuando lo hace en condiciones francamente desesperadas y atormentantes, puede que hasta contraproducentes. Por lo menos plantea su protesta frente a este destino personal y social. Lo hace a su manera, con pocas conexiones y escasas posibilidades de éxito. El capitolio, personificado en el presidente Snow, lee su acción como una rebelión y amenaza a su poder, lo que motiva una venganza terrible.
Revueltas, rebeliones o revoluciones se animan de complejos factores sociohistóricos y condensaciones personales y grupales de rabias, indignaciones y esperanzas. Entre ello, probablemente se comienza soñando/ deseando/ imaginando un mundo sin opresión, humillación y violencia. Imaginando una existencia distinta.
Literariamente, la novela de Collins expresa esta situación que se alarga en la vida de Heymitch. Aunque dañado —por el dolor y la rabia— va sobreviviendo al trauma personal (y también la herida social) con la esperanza lejana de algo distinto, guardando el recuerdo de sus seres queridos. Intenta producir, aunque para él sea muy tarde, un mundo en el que no existan los juegos del hambre[2].
En nuestra condición de país periférico y tercermundista, empobrecido y sujeto de múltiples opresiones, el sueño social de liberación podría ser un país más equitativo, con justicia social, incluyente, democrático. Podría dársele muchos otros contenidos, al fin y al cabo, se vale imaginarlo.
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[1] Este espectáculo sádico, protagonizado en este caso por niños, tiene indudables antecedentes efectivos, siendo uno de los más directos, el coliseo romano, monumento al sadismo como lo calificara en alguna ocasión el psicoanalista Erich Fromm.
[2] Por supuesto que la novela contiene otros elementos y tiene otras potenciales lecturas, pero he allí la aventura de leer. Agradezco a Vida, por ponerme en aviso.
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