La caída en la popularidad y en el apoyo ciudadano al presidente Bernardo Arévalo es un llamado de atención muy serio que no debe minimizarse, menos ignorarse.
Hay quienes dicen que el gobierno del presidente Bernardo Arévalo no tuvo lo que en política suele llamarse «luna de miel». Creo que sí la tuvo, y una muy fuerte e importante, durante la cual, muy al inicio, contaron con una alianza oficialista en...
Hay quienes dicen que el gobierno del presidente Bernardo Arévalo no tuvo lo que en política suele llamarse «luna de miel». Creo que sí la tuvo, y una muy fuerte e importante, durante la cual, muy al inicio, contaron con una alianza oficialista en el Congreso, que hoy prácticamente ya no es. Además, gozó de un amplio respaldo a nivel internacional y de una enorme confianza y apoyo popular.
Sin embargo, un estudio de opinión pública realizado por la empresa CID Gallup, recientemente publicado, confirma lo que se percibe, el apoyo y la confianza ciudadano en Arévalo sigue siendo alto, pero está cayendo de manera acelerada. Como el estudio, en mi opinión, correctamente muestra, no se debe a que sus adversarios sean más populares o inspiren más confianza, sino porque Arévalo y su gobierno, por sí solos, la están perdiendo.
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Abundan ya los análisis de las razones de este deterioro. Giran en torno a la carencia de resultados concretos, que no sean los éxitos en política exterior de la cancillería, sino aterrizados a la realidad cotidiana nacional. Los puntos más débiles están en la acción gubernamental en materia económica y de seguridad. Además, una pésima comunicación social, cuyo único logro, quizá, es haber generado una peligrosísima percepción de que el gobierno de Arévalo no ha hecho nada, y posiblemente no sea capaz de hacerlo. Si Arévalo no toma medidas correctivas urgentes y drásticas, enfrenta el peligro real de que este descenso se convierta en una caída en picada.
Este estudio de opinión pública concluyó el 24 de mayo, por lo que no incluye el impacto de la propuesta de ampliación presupuestaria que el Ejecutivo presentó al Congreso. Me temo que esa propuesta no solo no contribuye a mitigar la percepción negativa, sino que la ha golpeado severamente y, percibo que, si el estudio se repitiera ahora en junio, los resultados serían mucho peores para el gobierno de Arévalo.
Porque, nunca como ahora para el presidente Arévalo aplica el sabio refrán popular que reza «No basta ser bueno, hay que parecerlo». La propuesta de incrementar en Q1,675 millones al aporte extraordinario para los Consejos Departamentales de Desarrollo, carente de sustento y justificación técnicas, aunque quepa la posibilidad de que no lo sea, pero, sin explicaciones ni comunicación completa y adecuada, parece replicar las prácticas del pasado, comprar la voluntad y los votos de las y los diputados a fuerza de proyectos. Alimenta la percepción, cada vez más arraigada, de que «este resultó ser un gobierno voraz, que no solo no puede ejecutar lo que ya tiene, sino que quiere más…». Nada hubiese costado evitar estos problemas socializando la propuesta antes de presentarla. Contrarrestar esta percepción tan negativa y destructiva es urgente y prioritario.
Me parece que al presidente Arévalo le urgen asesores críticos, amigos de verdad que le digan lo agradable y lo desagradable, que tengan capacidad de autocrítica. Nada hay tan peligroso para un presidente, que un círculo cercano de aduladores y oportunistas. Si no lo tiene, puede convocar, demostrando madurez y estatura política, preparado para escuchar cosas desagradables de su gestión. Sin eso, no puede corregir, no puede adaptarse al carácter complejo y dinámico de la realidad.
Asesores y amigos de verdad que conozcan y entiendan las experiencias regionales recientes, como la de las presidencias de Gustavo Petro en Colombia, Gabriel Boric en Chile y, quizá la más importante por la cercanía regional, la de Xiomara Castro en Honduras. Perspectivas críticas e inteligentes de la realidad y, precisamente por ello, aunque desagradables, muy constructivas.
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