En la columna anterior nos quedamos provocando a la imaginación: ¿Qué cosas podemos hacer con la biotecnología actual?
Lo primero y más fácil es acortar el ciclo de la investigación científica en general.
Si los mejores precursores mayas del teocintle hubieran tenido a mano la tecnología para descifrar el genoma y conocer para qué es cada gen, simplemente habrían podido extraer los genes que les interesaban e insertarlos en otras células reproductivas. Eso habría tomado algunos meses nada más y habrían creado muchos maíces. Pero esa tecnología no existía, así que debieron hacerlo de modo muchísimo más lento.
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¿Les gustan las zanahorias? Son deliciosas esas raíces anaranjadas. Pero hasta el siglo XVII no existían las zanahorias de ese color. Originarias de Asia (se menciona a Afganistán), eran moradas, blancas y amarillas. El color naranja se originó seleccionando, cruzando, aislando y reproduciendo generacionalmente zanahorias que no fueran medicinales, sino ricas en vitamina A y carotenoides. Al inicio las mutaciones genéticas fueron espontáneas, pero el manejo agronómico aceleró el aparecimiento de las anaranjadas y fijó los genes para que no haya retrocesos. Ahora se siguen promoviendo mutaciones en las zanahorias, pero con técnicas modernas.
Hoy se puede intervenir el genoma de una especie con genes que no le son ajenos pero que no están presentes en la mayoría de los individuos. También se pueden bloquear algunos genes (está relacionado con las enfermedades hereditarias, que podrían desaparecer con esta intervención genética).
También podrían manipularse los genes para producir características particulares, como resistencia al dolor o alta estatura (pensemos en súper guerreros). Esto es importante y volveremos más adelante.
Elevemos el nivel de intervención y hablemos entonces de ingeniería genética que toma genes de una especie y los coloca en otra. El caso del salmón es uno de ellos. Por un lado, se tiene al salmón del Atlántico y por el otro a varios salmones del Pacífico. Salmones todos, pero de distinto género y especie. El del Pacífico alcanza el doble de tamaño que el del Atlántico. Mediante ingeniería genética se modificó al salmón del Atlántico con genes del Pacífico, y el resultado es que crece y crece hasta alcanzar el peso comercial en la mitad de tiempo de su ciclo natural (16-18 meses en vez de 32-36). ¿Sabe usted si el salmón que llega a su plato es transgénico? Pienso que casi todo, sí, solo que no lo sabía (ni lo de las zanahorias mutantes).
Se trabaja actualmente en la creación de mosquitos transmisores de enfermedades (malaria, Chikunguña, paludismo etc.) para que su picadura sea inocua. Se estima que en el último quinquenio murieron 3.1 millones de personas debido a las picaduras de mosquitos (se enfermaron muchos más, y sobrevivieron con secuelas para el resto de sus vidas). Ese aparecimiento de modificaciones genéticas es un evento muy esperado.
Se podría tomar genes pertinentes de una especie vegetal que no muera en los desiertos y ponerlos en plantas que se siembran en zonas áridas o afectadas por sequías. Lo mismo sucede con especies resistentes a las inundaciones. El maíz podría tener súper raíces y cañas más fuertes para que los vientos fuertes no lo derriben. Algunos frutales podrían tener los genes de los peces árticos, que sobreviven en temperaturas muy debajo del punto de congelación, así sobrevivirían cualquier helada y hasta nevadas.
Imagine que se identifica un gen que inhibe la reproducción de la bacteria Vibrio cholerae (causante del cólera) y que se le traslada al maíz. ¿Epidemia de cólera? Hágase un atolito con el maíz mejorado con el gen de resistencia.
Algunas personas estarán pensando en objeciones morales o religiosas, otras pensarán en que los experimentos pueden salir mal, o en que no conocemos los efectos colaterales de las transformaciones genéticas que se pueden crear con la biotecnología. En la próxima columna dedicaremos un poco de espacio al tema.
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