El contexto de estos concilios estuvo lleno por pugnas derivadas de intereses ideológicos y materiales, lo que incluso llevó a la muerte a algunos religiosos. A partir de ahí, las discrepancias se multiplicaron y se crearon tantas iglesias o denominaciones como intereses diversos existentes. Al final, el imperio romano estableció el centralismo y el monoteísmo como forma de control espiritual y material de la población cristiana.
Desde entonces Iglesia y poder han sido uno solo. Así llegó la institución con la invasión de 1524, en alianza con los intereses colonizadores, utilizando la violencia para imponer el sistema terrenal y religioso.
Los pueblos mesoamericanos tenían miles de años de tener su propia concepción y práctica del sistema de creencias, diferentes al cristianismo naciente. El discurso dominante, plantea el sincretismo generado a partir de la invasión, como un licuado donde se funden y homogenizan las creencias y principios del invasor y de los pueblos, dando vida a algo nuevo.
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Los hechos demuestran que no surge algo nuevo. Cada una de las expresiones religiosas, si así se pudieran llamar, siguen derroteros diferentes, aunque aparentan ser un solo sistema de religiosidad. El catolicismo asume el politeísmo con tanto santo que rige las fiestas patronales de los pueblos: San Andrés, Santa Catalina de Alejandría, Santiago Apóstol, San Miguel, Santo Domingo de Guzmán y otros tantos que le han dado nombre a innumerables pueblos mesoamericanos que realizan festividades «en su honor», plenas de color, aromas, flores, frutas, candelas, rituales en las plazas, continuidad cultural, y donde Jesús apenas aparece visualmente. La Iglesia propugnó la muerte como algo tétrico y como posible castigo; los pueblos, la vida.
El cristianismo nace en un contexto cultural y religioso diferente al de las cosmovisiones indígenas. Por un lado, muchas cosmovisiones indígenas son profundamente espirituales y conectadas con la naturaleza, los ancestros, la festividad, la redistribución y la comunidad. Por otro lado, está la visión monoteísta del cristianismo frente a las creencias mal llamadas politeístas o animistas de muchos pueblos indígenas.
En general, la dualidad de tiempo y espacio constituye lo sagrado para los pueblos, quienes derivan su espiritualidad y la expresan a través de múltiples «deidades», espíritus o energías de la Madre Naturaleza.
El Dios cristiano es visto como un ser único, omnipotente y personal, que tiene relación directa con los seres humanos. En algunas cosmovisiones indígenas, la relación con lo divino puede ser más comunitaria o estar mediada por ancestros y energías de la naturaleza. Las diferencias en las concepciones y vínculos con lo sagrado son muy marcadas en términos de veneración a lo divino y la búsqueda de significado en el mundo.
Con la llegada del cristianismo a América, es importante distinguir entre la fe en sí misma y la institución que la representa, como la Iglesia Católica, que jugó un papel fundamental en la colonización de América. Los conquistadores y colonizadores a menudo estaban acompañados por misioneros que buscaban convertir a los pueblos indígenas al cristianismo. Esto no solo fue un esfuerzo religioso, sino también una parte integral del proceso de colonización, donde se buscaba imponer una nueva cultura y sistema de creencias.
La institución religiosa (la Iglesia) tuvo los principios religiosos como pretexto y justificación, pero la forma en que se manifestó estuvo fuertemente mediada por las estructuras de poder y control de la época.
En muchos casos, la conversión forzada de los pueblos indígenas se llevó a cabo a través de la violencia y la coerción, lo cual limitó la posibilidad de un verdadero diálogo cultural y espiritual. En este sentido, muchos pueblos pudieron haber adoptado rituales cristianos de manera superficial para evitar represalias, sin realmente internalizar los dogmas o principios fundamentales del cristianismo.
Por lo expresado en mis cuatro artículos anteriores, la invasión no fue un favor y tampoco con amor. Los pueblos tienen legítimamente otra interpretación de la historia.
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