¿Qué podría estar provocando tales avisos, uno tras otro, que pareciera rayar en la obsesión? El 27 de diciembre pasado indicó refiriéndose al mal: «La serpiente es un animal insidioso: se mueve lentamente, arrastrándose por el terreno, a veces ni siquiera te das cuenta de su presencia, esto es peligroso».
Creo, al revisar el contexto mundial y los nuestros (nacional, departamental y municipal), que la prevención va en orden a esa incapacidad que se ha desarrollado en nosotros, los seres humanos, para detectar a tiempo la presencia de aquello que puede ser nocivo para la persona y la sociedad. De tal manera, ante lo que gusta, fascina y atrae, entramos en diálogo con mucha facilidad sin percatarnos de que podríamos estar muy cerca de la boca de un infierno.
Otra de las características de ese dinamismo —que como noxa va creando costra en las conciencias— es la generación de indiferencia en las personas. Y no pocas veces esa indiferencia tiene como principio una basa de ingenuidad. De tal manera, a esa dupla —ingenuidad e indiferencia—, es necesario hacerle frente con valentía, porque un individuo indiferente es pan comido para aquello que seduce, atrae y envuelve.
Revisemos ahora ese contexto desde una concepción holística.
A nivel mundial: ¿Estamos conscientes de que en la Franja de Gaza se está cometiendo una carnicería que —a la mejor manera de aquellas perpetradas por los hitlerianos— se han constituido ya en vergonzosos crímenes de lesa humanidad? ¿Tenemos una idea clara de la crisis que, en esa región, se vuelve cada día más intolerable para la dignidad humana? ¿Sabemos de las causas actuales y del origen remoto de dicho conflicto? Pues, para quienes se respondan a baja voz que no, les conviene saber la siguiente información: El número de víctimas civiles es altísimo (más que las bajas militares) y el número de niños acometidos supera al número de adultos afectados. ¿Pueden avizorarse ahora la magnitud de tan terribles hechos? Además, ese enfrentamiento de por sí innombrable tiene tendencia a regionalizarse con imprevisibles consecuencias.
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A nivel nacional: Nos está costando como sociedad quitarnos la postilla de caminar en una pseudo democracia donde el dedo del mandamás (presidente, ministro, diputado, alcalde, político titiritero y otros adláteres) dispone y pone a su antojo. Un ejemplo de tal trastocamiento (de la psique de las personas incluso) ha sido —y está siendo— la elección de ternas para que el presidente de la República pueda nombrar gobernadores departamentales. «Hecha la ley, hecha la trampa» reza un dicho muy de nuestros lares y cuanta argucia pueda imaginarse un escritor de novela negra ha salido a flote para imponer, desde el tablado del mal, a sus engendros. Me pregunto: ¿cuántas veces y con quién hemos dialogado de ello?
A nivel local: ha comenzado otra puja. Viene la elección de Cortes y junto a dichos procesos (y sus prolegómenos), una serie de dinamismos que recuerdan las tentaciones de Jesús en el desierto: ofrecimiento de poder, oferta de posesiones y bienes materiales, compraventa de esa gloria humana que acaba con la dignidad personal, y, la instrumentalización de Dios anteponiéndolo como un aliado o pidiéndole lo imposible porque Dios nunca estará del lado del mal. Vuelvo a preguntar: ¿Hemos sido tentados en este tablado?
Tenemos entonces tres realidades distintas cuya suma reflejan el mal por el mal mismo: Indiferencia, costra y ofertas saladas. Por estas razones aduje acerca de una revisión holística.
Así las cosas, la capacidad de avizorar la presencia del mal, por muy bonito que se presente; la valentía, que no debe estar ausente a causa de una cómoda holgura; y, el rechazo a las proposiciones del mal (las ofertas saladas), constituyen la fórmula perfecta para plantarle cara a ese nefasto dinamismo como aconseja el papa Francisco: ¡Con el mal no se dialoga!
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