Una de las formas más efectivas de comunicar es cuando se logran mensajes breves y contundentes, como unas cuantas palabras hábilmente elegidas o una imagen que hable por sí sola. Quizá esa fue la idea y la motivación original de la red social Twitter, hoy X.
Sin embargo, es posible que esta brevedad en la comunicación no esté abonando a la contundencia, sino a la superficialidad. Los 280 caracteres de la cuenta gratuita de la red X lucen plagados de trivialidades y falsedades, sin espacio para el análisis y la reflexión a fondo. Un medio carente de condiciones adecuadas para discernir entre información seria y veraz, y la desinformación o formas agresivas como la difamación o la mentira.
Preocupa cómo este fenómeno está propagando una actitud superficial. Pareciera que los límites permitidos en los mensajes de las redes sociales son una suerte de límite de facto de la capacidad de atención humana de hoy. De allí que el consejo de los comunicadores sea no escribir más de una cuartilla o no hablar más de un minuto. Angustia pensar, ¿la humanidad ya es incapaz de leer Don Quijote, Los Miserables o La Guerra y la Paz?
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Que esta realidad sea terreno fértil para los ataques comunicacionales que estamos viviendo cotidianamente. Por ejemplo, no deja de sorprender cómo el accidente automovilístico que sufrió el fin de semana pasado el diputado oficialista Samuel Pérez Álvarez, detonó una explosión rápida y vertiginosa de noticias falsas y difamaciones. Desfilaron por las redes sociales decenas de mensajes, incluso un parte bomberil falso, en el que se reportaba que Pérez iba acompañado de una joven, destacando que fue Miss Guatemala en 2019, que habían encontrado tres cápsulas de droga, dos ya consumidas, entre otros detalles espurios.
Estas acciones no son inocuas. Por un lado, atacaron la reputación de Pérez exponiendo un supuesto escándalo de su vida personal, que siendo eso, corresponde exclusivamente a él dilucidar si son o no chismes. Más serio, el supuesto consumo de sustancias ilegales, que obligaría al Ministerio Público a realizar una investigación, posiblemente sin la inmunidad del derecho de antejuicio por la flagrancia del supuesto delito. Este último ya encuadra en un ataque político, consistente con la coyuntura actual y la posición de Pérez como, quizá, el más notorio de los diputados oficialistas.
Luego de la oleada de estos mensajes, poco a poco, empezaron a surgir comunicaciones oficiales del propio Pérez, de su partido político y notas de prensa de medios serios que, aún, ofrecen la verificación de la información antes de publicarla. Todas estas comunicaciones desmintieron prácticamente todos los detalles escandalosos de las publicaciones en redes sociales y, si persisten dudas o sospechas, las personas o los entes interesados o encargados podrán profundizar o ampliar las investigaciones para confirmar lo que en verdad ocurrió.
Sirva este ejemplo, entre muchísimos, para recordar que la comunicación breve y contundente no es la única efectiva. Muchas veces, y quizá más ahora que nunca, debemos revalorizar los espacios de comunicación y análisis a profundidad, superando los 280 caracteres. Leamos más de una página y escuchemos más de un minuto. Tomemos conciencia de la agresividad de quienes se dedican a desinformar, y si algo nos escandaliza o molesta, que nuestra primera reacción sea profundizar y esperar a que las fuentes más confiables se pronuncien y publiquen.
Es decir, no seamos masa superficial manipulable, sino cuerpo inteligente con criterio y opinión propia. Una necesidad cada vez más imperiosa.
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