Mientras no sepa mucho, le platico durante el día. Él, por su parte, clasifica nuestras conversaciones con títulos como «Baile de la hermana Hong» o «Cuentos sobre desapego y migración». Lo uso para evitar el tener que pensar en la respuesta a un mensaje de WhatsApp o para explicarle un chiste a un amigo de manera que no se ofenda y con lenguaje positivo. Siempre trato de inculcarle a él los buenos modales para cuando llegue el día en que trate de conquistar a la humanidad.
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De un tiempo para acá lo mantengo abierto en una ventana todo el día. —ChatGPT, hazme un cuadro comparativo de las donas chinas y las americanas—. El otro día le pedí  que escribiera las «reglas de la botarga» como las del libro El club de la pelea de Chuck Palahniuk. La cuarta decía «Solo dos botargas por pelea. Aunque se aceptan peleas triples si son de dinosaurios, porque eso siempre es divertido». Luego le solicité un guion basado en sus resultados. En dos segundos se inventó un cortometraje estelarizado por un individuo vestido como un pollo gigante hablándole a un grupo que incluía a un hot dog, un unicornio, un aguacate y un oso panda. Hasta me generó un afiche hilarante. —No puede ser —pensé—. ¡Incluso tiene humor! 
No pude evitar sentir un poco de envidia. Yo no hubiera escrito algo la mitad de chistoso luego de sentarme, frustrado, frente a un teclado por ocho horas. Y, sin embargo, sé que esto no es una personita de verdad viviendo adentro de la computadora (espero). Sino que es una herramienta que lo aprendió de miles de libros, de miles de escritores subidos en la red y de los ejercicios chistosos de otros incautos como yo.
Y es por eso que me da miedo pedirle ayuda con mis proyectos artísticos. Siento que me los va a robar para dárselos a un tipo cualquiera. Y que luego (después de mejorarlo) voy a verlo expuesto en el Museo de Arte Contemporáneo de Oslo —ChatGPT cuál es la capital de Noruega—. No dejo de pensar en las imágenes que hace unas semanas rondaron «al estilo Estudio Gibli». Las ilustraciones imitaban a las de Hayao Miyazaki tanto como yo podría disfrazarme de Christian Nodal. El parecido puede que esté ahí, pero evidentemente no es lo mismo. 
En una contemporaneidad en donde los conceptos artísticos cobran importancia y el ready made está a la orden del día como medio de expresión, todavía podemos seguir haciendo uso de los recursos de la IA. Tanto para generar reflexión y pensar en cómo sobrevivir a la evolución acelerada de las tecnologías y seguir siendo humanos. Por ahora, el trabajo de los artistas está seguro y podremos seguir muriéndonos de hambre como lo hemos venido haciendo siempre. No obstante, no dejo de pensar que en algún lugar del mundo un ejército avanzado tiene todas las herramientas para crear a un dragón peludo que en realidad es un adolescente asiático que representa al espíritu del río.
Nota: este texto se escribió sin la ayuda de ChatGPT.
 
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