De sobra es sabido que contra el dengue no existen vacunas ni hay fármacos que le hagan frente. Las medidas preventivas más importantes las constituyen la eliminación de los criaderos de zancudos, entiéndase recipientes con agua no solo en los exteriores de las viviendas sino también en los interiores de nuestras casas habitacionales.
Para nuestro pesar, basta caminar por las calles de los pueblos para encontrar a ojos vistas receptáculos, llantas en desuso, botes, botellas y cuanto trasto se pueda imaginar el lector, tirados y esparcidos en las calles y en sitios desocupados. Allí, aunque aparentemente no contengan líquido, basta con que haya una cantidad de agua de entre 20 y 30 gotas para que puedan convertirse en verdaderos criaderos de mosquitos, muy particularmente en los territorios con clima húmedo y caluroso. Encima de ello, las campañas de fumigación y deschatarrización quedaron en el olvido por falta de insumos y personal que lo pueda hacer. La debacle se vino entonces este año peor que otros.
Afortunadamente, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social no está escondiendo casos, aunque subregistros sí ha de haber porque muchas personas no reportan ni consultan sus estados de salud. En un comunicado del día 31 de octubre se lee: «Respecto de la semana epidemiológica 42 de 2023, se destaca que hasta el 21 de octubre se registran 46,252 casos de dengue. De este total, 39,363 (85 %) corresponden a dengue sin signos de alarma, 6,664 (14%) con signos de alarma, presentando la mayor incidencia en Zacapa. Además, se reportan 86 casos por dengue grave, de los cuales hay 48 fallecidos. Por otra parte, se registran 30 casos de chikungunya y 23 de zika»[1].
Es decir, sobre llovido mojado, porque a más del dengue se están registrando casos de chikungunya y de zika con todas las consecuencias que implica esta última enfermedad cuando acomete a una mujer embarazada.
La postura del Ministerio de Salud Pública con relación a no esconder el número de casos y el hecho de hacer saber que se están registrando casos de chikungunya y de zika implicaría, en cualquier país que tuviese un gobierno sensato, que el presidente se pusiera a liderar la crisis. En nuestro caso, a tenor de la Constitución Política y nuestras leyes:
1. El presidente es la máxima autoridad del Organismo Ejecutivo, «representa la unidad nacional y deberá velar por los intereses de toda la población de la república».
2. Es su deber garantizarles a los habitantes de la república la vida, la seguridad y el desarrollo integral personal para lograr el fin supremo del Estado, que es la realización del bien común.
3. El artículo 93 de nuestra ley suprema establece que «el goce de la salud es derecho fundamental del ser humano, sin discriminación alguna».
4. El artículo 94 indica: «El Estado velará por la salud y la asistencia social de todos los habitantes. Desarrollará, a través de sus instituciones, acciones de prevención, promoción, recuperación, rehabilitación, coordinación y las complementarias pertinentes a fin de procurarles el más completo bienestar físico, mental y social». Y esta atribución le compete al Organismo Ejecutivo.
5. El artículo 95 establece: «La salud de los habitantes de la nación es un bien público. Todas las personas e instituciones están obligadas a velar por su conservación y restablecimiento».
Es decir, el presidente y toda la ciudadanía, con el primer mandatario a la cabeza, estamos obligados a custodiar nuestra salud, pero no por ello la total responsabilidad de esa custodia habrá de trasladarse a la población.
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El día 2 de noviembre recién pasado, al culminar un diálogo con un amigo de infancia, me comentó referente a la situación sociopolítica y de salud en todo el país: «De nuevo, como en la pandemia de Covid-19, estamos solos. No tenemos presidente, no tenemos ministros, no tenemos diputados ni persona que haga valer alguna ley que proteja a la población. Y si protestas, entre dengue y mandobles te veas».
Para fortuna nuestra, los pueblos originarios declarados ya en paro nacional indefinido han dicho con mucha claridad: «La dignidad nos convoca»[2]. Por algo se empieza. Quizá, en la próxima acometida de una epidemia ya tengamos un gobierno que vele por nosotros porque hoy por hoy, continuamos solos como lo estuvimos durante la pandemia de Covid-19.
Así que, funcionarios de gobierno todos, asuman ya la responsabilidad que les corresponde. Guatemala no soportará más abandono sanitario y mucho menos mandobles. Entiendan, 46,252 casos de dengue (14% con signos de alarma), no son una babucha.
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