Pretendo trasvasarles algunas experiencias que, a lo largo de los años, a mí me han entrado por el pellejo. Sucede que, solo en nuestro Campus San Pedro Claver, S.J., de la Verapaz, tendremos al final del año no menos de trescientos alumnos/as que han sido o serán tituladas en un grado técnico, de licenciatura o de maestría y saldrán con mucha alegría a servir tal y como fueron preparados: conscientes, competentes, compasivos y comprometidos.
Son cuatro C (conscientes, competentes, compasivos y comprometidos) que nos señalan el norte para ser artífices en la cocreación de un mundo mejor teniendo como basa la fe y la justicia.
En ese intento de construir un mundo más justo y humano –sobre todo cuando se es muy joven– se deberá agudizar la astucia para visibilizar a las personas que se enmascaran o se mimetizan (como agentes del bien) para fingir asombro y devoción siendo que, su único fin, es aprovecharse de la inexperiencia de vida del recién graduado. Aplica para todas las profesiones, pero muy particularmente para aquellas que permiten ostentar la fe pública, esa condición que nos otorga el Estado y que nos convierte en depositarios de la verdad y la autenticidad.
¿Cómo detectar a esas personas que están en un acecho perenne? Comparto tres síntomas de alerta y como colofón dos recomendaciones. De estas últimas (las recomendaciones), la primera me la proveyó uno de mis maestros; la segunda, se la escuché a un decano durante un acto de graduación.
Vamos con las sintomatologías.
La primera se localiza en el tipo de obsequios que se les hace. Mucho cuidado con ello. Ciertamente, los regalos (de graduación, cumpleaños, aniversarios, etcétera) deben de recibirse, pero ha de tenerse cuidado en que estos no sean comprometedores.
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La segunda es la jactancia de quien se les pueda acercar con aviesos propósitos. De allí la aplicación del aforismo «dime de qué presumes y te diré de qué careces» porque personas hay que juran estar sentados a la diestra de un dios que no es nuestro Dios y que ofrecen el oro y el moro a través de beneficios cuya primera rociada posiblemente llegue, eso sí, asociada a una andanada de compromisos que debe asumir quien la recibe. En ese momento, la pérdida de la libertad del agasajado habrá comenzado a caer en picada.
La tercera, convertida de síntoma a signo, es la presunción de una inexistente amistad con funcionarios públicos, líderes políticos y dirigentes de instituciones públicas y privadas. El joven profesional debe cuidarse muchísimo de quien se vanagloria de asesorar a un superior jerárquico, por ejemplo. Usualmente pretende impresionar, infundir temor que no respeto, presionar a su favor y hacer de su entorno un pequeño feudo donde el recién llegado se convierte en poco menos que un siervo a ser sacrificado cuando ese mini reino (que no lo es) comience a desmoronarse por su misma inercia.
Ahora, encarnemos las recomendaciones.
Uno de mis profesores de cirugía pediátrica me aconsejó así: «Debes de tener ojo de venado, manos de señorita y corazón de león». Aplicaba muy bien para la cirugía pero con el paso del tiempo me percaté de que las metáforas también valían para otras profesiones y otras condiciones. Hilar fino en orden al bien y tener la valentía para denunciar aquello que no es justo son condiciones inherentes a la bondad y al opus humanum (el trabajo como fuente para satisfacer las más ingentes necesidades de los seres humanos).
También por la piel me entró el consejo que un decano de una Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales le dio a una graduanda (que era mi ahijada de graduación) durante su investidura. Citó al abogado y tratadista uruguayo Eduardo Juan Couture Etcheverry y le dijo: «Así pues, sin duda alguna, entre lo legal y lo ilegal usted debe caminar por la senda de la legalidad; pero si le toca decidir entre lo legal y lo justo, decántese por lo justo; mas, si llegara al extremo de tener que solventar una situación entre lo justo y lo moral, no dude ni por un instante de que su horizonte debe ser la categoría moral».
Por ello, ese principio nuestro: ese principio nuestro: «Entramos para aprender, salimos para servir», se deberá ejercer acompañado de esa astucia que solo proviene de los hijos de la luz (verdad, bondad y justicia) para no caer, incautamente, en las obras de las tinieblas.
Un fuerte y fraternal abrazo.
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