La guerra de Gaza, el conflicto armado entre Rusia y Ucrania, los disensos entre Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte –OTAN– y las negociaciones de Estados Unidos con Ucrania y Rusia que no alcanzan un consenso ni siquiera de silenciamiento de las armas nos muestran síntomas y signos de un preludio bélico global que, si se da, estaría acompañado casi seguro de un estallido nuclear. Las razones en los siguientes párrafos.
[frasepzp1]
El 6 de agosto de 1945 se hizo estallar la primera bomba atómica sobre un territorio poblado. Hiroshima recibió el aterrador impacto cuya potencia fue de entre 16 y 20 kilotones. Es decir, entre dieciséis mil y veinte mil toneladas de trinitrotolueno, un compuesto químico explosivo que no dejó piante ni mamante bajo la luz del sol en el territorio afectado. Pero hoy, las ojivas nucleares ya no se miden en kilotones, se miden en megatones, y de acuerdo con el diccionario de la lengua española, un megatón es la «Unidad de energía liberada por un explosivo, equivalente a la energía de un millón de toneladas de trinitrotolueno»[1]. Y a mi saber y entender, las ojivas nucleares actuales no tienen solo un megatón. Imagínese usted, estimado lector, qué sucedería con nuestro planeta si llegara a estallar tan solo una con una capacidad de 5 o 10 megatones.
Según BBC NEWS MUNDO «Nueve países tienen armas nucleares: China, Francia, India, Israel, Corea del Norte, Pakistán, Rusia, Estados Unidos y Reino Unido»[2] y de acuerdo con la misma fuente solo Rusia tiene 5,977 ojivas nucleares. Corea del Norte, el país que menos tiene cuenta con 9 ojivas. A pesar de ser números aproximados, estos nos pueden dar no solo una idea, sino la certeza de lo que sucedería con el mundo y la vida tal como las conocemos, si llegáramos a entrar en una guerra mundial en la que se haga uso de esas terroríficas armas.
¿Sabe? A una catástrofe como la imaginada los médicos le tenemos pavor, porque nada, absolutamente nada podríamos hacer por el género humano. Mucho menos por las demás especies vivientes.
Ante esa posibilidad tan desoladora me viene a la mente una obra de Isaac Asimov. Se llama Asnos estúpidos[3]. Es un cuento en cuyo primer párrafo narra: «Naron, de la longeva raza rigeliana, era el cuarto de su estirpe que llevaba los anales galácticos. Tenía en su poder el gran libro que contenía la lista de las numerosas razas de todas las galaxias que habían adquirido el don de la inteligencia, y el libro, mucho menor, en el que figuraban las que habían llegado a la madurez y poseían méritos para formar parte de la Federación Galáctica. En el primer libro habían tachado algunos nombres anotados con anterioridad: los de las razas que, por el motivo que fuere, habían fracasado. La mala fortuna, las deficiencias bioquímicas o biofísicas, la falta de adaptación social se cobraban su tributo. Sin embargo, en el libro pequeño nunca se había tenido que tachar ninguno de los nombres anotados». Más adelante, a la mitad del cuento, se describe cómo el planeta Tierra llegó a situarse como candidato a integrar la Federación Galáctica, pero, cuando se pregunta si sus habitantes habían llegado a la capacidad de tener el conocimiento de la energía termonuclear y la respuesta es afirmativa, también se hace del conocimiento de Naron que las pruebas y las explosiones se hacen en el propio planeta. Según Asimov, Naron se irguió en sus seis metros y tronó: «¿En su propio planeta?» y cuando le responden que sí, la narrativa se decanta de la siguiente manera: «Con gesto pausado, Naron sacó la pluma y tachó con una raya la última anotación en el libro pequeño. Era un hecho sin precedentes; pero es que Naron era muy sabio y capaz de ver lo inevitable, como nadie, en la galaxia». El cuento termina con la durísima exclamación de Naron respecto de los habitantes de la Tierra que hacen experimentos nucleares en su propio planeta: «¡Asnos estúpidos!».
Isaac Asimov no es un autor común. Su biografía indica que «fue un escritor estadounidense de origen ruso (2 de enero 1920-6 de abril de 1992), conocido por ser un prolífico autor de obras de ciencia ficción y divulgación científica. Fue profesor de Bioquímica en la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston»[4].
Así el contexto, no obstante acabamos de salir de una pandemia, del cambio climático y de la posibilidad de una guerra que tendría las consecuencias referidas, debemos recordar que el papa Francisco ha proclamado el Año Jubilar 2025 como el Año de la Esperanza y que todos estamos llamados a ser peregrinos de ese anhelo. De uno en uno, de voz en voz, hasta llegar (¿por qué no?) a los líderes que tienen en su poder los códigos nucleares.
La esperanza no la podemos perder.
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[1] https://dle.rae.es/megat%C3%B3n
[2] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-60576483#:~:text=La%20b....
[3] https://ciudadseva.com/texto/asnos-estupidos/
[4] https://www.google.com/search q=isaac+asimov&rlz=1C1YTUH_esGT1146GT1146&oq=&gs_lcrp=EgZjaHJvbWUqCQgAECMYJxjqAjIJCAAQIxgnGOoCMgkIARAjGCcY6gIyCQgCECMYJxjqAjIJCAMQIxgnGOoCMgkIBBAjGCcY6gIyCQgFECMYJxjqAjIJCAYQIxgnGOoCMgkIBxBFGDsYwgPSAQkxMDgxajBqMTWoAgiwAgHxBWg3UJwiBL2v&sourceid=chrome&ie=UTF-8
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