A ojos vistas no hay datos firmes, pero se coligen dos posibles inicios. Uno proviene más de la tradición oral que de un documento confiable. Se dice que después de la firma del del acta de la Independencia se celebró un tedeum (de dicho acto religioso si hay probanza) y que al trasladarse los firmantes hacia la catedral muchos pobladores hicieron dos filas portando antorchas para iluminar su paso. Sin embargo, aunque no se explicita la hora, algunos escritos indican que fue en horas de la mañana del día 15 de septiembre (por lo tanto, hachones y velas eran innecesarias)
Otro pudo haber sido antes de la fecha de la firma del acta. Para mejor comprensión, transcribo tres párrafos relacionados con el antes y el después de unas luminarias que mandó encender Gabino Gaínza en honor a Agustín de Iturbide. Constituyen fragmentos de un artículo que escribí en este medio el 24 de septiembre de 2012. Se llama Los saltos de don Gabino[1].
«El jefe político superior de Guatemala, brigadier Gabino Gaínza, sustituyó al presidente Carlos Urrutia y Monroy en marzo de 1821, y una de sus primeras acciones fue declarar que Agustín de Iturbide, proclamador del Plan de Iguala en México, era un traidor al rey, ingrato, extraviado y perverso.
[frasepzp1]
»Pero, sin perjuicio del Plan de Iguala, la independencia de México se veía venir a corto plazo y a las autoridades guatemaltecas, españolas y realistas les quedaron dos opciones: entrar en ruta de colisión con el México independiente o seguir su ejemplo. Pues asústese usted, estimado lector. Don Gabino, fiel hasta la muerte al rey Fernando VII, optó por una salida muy cómoda: “Declarar la independencia adhiriéndose al Plan de Iguala y uniéndose con México”.
»El proceso en mención lo hizo público en agosto o septiembre de 1821, y el 28 de agosto, para desagraviar al de Iguala, consiguió que algunos de sus amigos colocaran luminarias en obsequio de Iturbide. Era el día de san Agustín. Ah, pero él, feo que era, se quedó a la espera de las reacciones de los nobles, quienes veían en el Plan de Iguala la posibilidad de una emancipación unidos a México y de una monarquía borbona».
Esa gracia de don Gabino (la de mandar a encender luminarias en honor a Iturbide) sí está debidamente documentada y es lógico pensar que haya sido este el verdadero inicio de la portación de antorchas de manera local o en tránsito de un pueblo a otro para celebrar la Independencia.
Puedo dar fe de que en el norte de Guatemala, hasta 1985, las antorchas se portaban a manera de carrera de relevos e iban de la ciudad capital –donde se encendía el llamado fuego patrio– a las cabeceras departamentales, también de las cabeceras departamentales a los municipios y de las cabeceras municipales a las aldeas. La población salía a las calles y carreteras para aplaudir a los marchistas y no se alzaban griteríos confusos ni insultos, sino voces de apoyo.
Entrado el siglo XXI comenzaron a lanzarse palanganadas de agua y también bolsas de nylon conteniendo agua no precisamente de la más limpia. Ya en el segundo decenio comenzó a agredirse a marchistas y corredores porque junto con las bolsas repletas de líquido o hielo también se lanzaba lodo o piedras, especialmente a los vehículos. Y la bandera se puso en Flandes la noche del 14 de septiembre de este año 2025 que, sin duda alguna, quedará registrada como una noche de agresiones y vandalismo. Vehículos con los vidrios rotos, personas hospitalizadas a causa de los golpes recibidos en la cabeza y el rostro, la reacción violenta de los agredidos que llegaron a consecuencias extremas (disparos incluidos) corresponden a signos y síntomas de un bandidaje al que es preciso ponerle un hasta aquí.
La conmemoración de aquellos sucesos, aunque haya sido como reza el numeral 1 del Acta de la Independencia: «Que siendo la Independencia del Gobierno Español la voluntad general del pueblo de Guatemala, y sin perjuicio de lo que determine sobre ella el Congreso que debe formarse, el señor Jefe Político, la mande publicar para prevenir las consecuencias que serían terribles, en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo»[2] (sic), no debe ser motivo de actos violentos ni palestra que se preste para desórdenes gestados desde los más oscuros sumideros que se pueda imaginar.
Empecemos por incentivar un cambio de actitud desde nuestro alrededor. Este es el momento de fomentar convicciones para no sufrir decisiones que necesariamente habrían de tomarse en resguardo de la ciudadanía.
Hasta la próxima semana, si Dios nos lo permite.
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[1] https://www.plazapublica.com.gt/content/los-saltos-de-don-gavino
[2] https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/4/1575/7.pdf
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