El doctor Álvarez de los Mozos la llamó: Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento. Primera preferencia apostólica universal de la Compañía de Jesús, 2019-2029. Y, muy diferente a otras que he escuchado, se trató de una perfecta disección de las primeras cinco palabras del nombre y sus vasos comunicantes con el discernimiento a la manera de Ignacio de Loyola, nuestra espiritualidad y nuestras universidades.
En la Introducción, el jesuita Patxi Álvarez hizo una reseña de cómo, mediante el discernimiento, se había llegado a la promulgación de las preferencias apostólicas de la Compañía de Jesús para el decenio 2019-2029, siendo estas: (1) Mostrar el camino hacia Dios mediante los ejercicios espirituales y el discernimiento. (2) Caminar junto a los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad en una misión de reconciliación y justicia. (3) Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador. (4) Colaborar en el cuidado de la casa común.
Luego, el cuerpo de la lección constituyó una explícita y profunda explicación de los conceptos: Mostrar, un camino, hacia Dios, a la manera de Ignacio, el Jesús de Ignacio, una espiritualidad enamorada de lo humano, una espiritualidad crítica y subversiva y una preferencia para nuestras universidades.
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Como nunca faltan las mentes calenturientas (las que ven insurrección hasta en la sopa) he de aclarar que una espiritualidad crítica y subversiva, según el disertante se refiere a: «[…] porque no se detiene [la espiritualidad] en el análisis, sino que pretende una transformación de la realidad, una tarea en la que se implica de modo completo. No lo hace desde la rabia ni la aspiración de alcanzar el poder, sino desde la indignación que la injusticia produce en toda persona de bien y desde el deseo de colaborar con el Dios que trabaja por la vida en los lugares de muerte»..
Así el texto, tres aleccionadores contrastes saltaron a mis oídos y ojos en la primera audición y lectura de la Lección (muchos más después). Reseño los primeros y comento acerca de ellos a continuación.
1. El nacimiento de Belén: «En la escena del nacimiento de Belén, que tantas veces edulcoramos con la celebración de la Navidad, Ignacio pide a quien se ejercita que considere cómo el Señor nace “en suma pobreza, y al final de tantos trabajos, de hambre y sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas para morir en cruz”. Un niño que sufrirá como un excluido».
2. El enamoramiento de lo humano: «No huye del mundo, para entrar en relación con Dios elevándose por encima de la realidad. No es angelista ni espiritualista. Al contrario, ese encuentro con Dios sucede en lo profundo de lo real, en lo más humano. Tomando prestada la expresión del teólogo Johan Baptist Metz, se trata de “una mística de ojos abiertos”».
3. La creencia en Dios: «La gran pregunta hoy, como en el Antiguo Testamento, no es si existe Dios, sino en qué Dios creemos. La llamada de esta preferencia es a responder como Ignacio: en el Dios del Jesús pobre y humilde, en el profeta de la compasión, que fue crucificado entre crucificados como una víctima más de la historia, cuyo sueño de fraternidad, aún perseguido, continúa vivo entre nosotros, como esperanza y luz en nuestros corazones, en nuestras comunidades humanas y en nuestros pueblos».
Glosas respecto a los contrastes: En el primero se arrostra la dulzura de una celebración no pocas veces fatua y fantasiosa, con la realidad de nuestras periferias; en el segundo se afronta la fuga de la realidad que a veces creamos por conveniencia, con ese encuentro con Dios en la profundidad de lo humano (especialmente de los más pobres entre los pobres); y en el tercero, se confronta el Dios de Jesús, pobre y humilde, con ese dios de muchos políticos guatemaltecos —mencionado en vano y a toda hora— para apañar sus felonías.
Sin duda alguna, esta fue una Lección Inaugural diferente. Se trató, entre otros, de un llamado a ejercer nuestra misión universitaria con esperanza, con agradecimiento y en consolación. También, una exhortación a dejar de lado la desidia y el desaliento.
¡Muchas gracias, Dr. Patxi Álvarez de los Mozos!
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