Con la llegada de Trump, el odio, desprecio y abuso hacia los migrantes alcanza magnitudes de tragedia continental, son tratados como terroristas y criminales por el único pecado de ser expulsados de su país de origen, por la indiferencia de las élites económicas y del Estado, que está bajo su control.
Veintiún mil millones de dólares en remesas supera el aporte a la economía generada por las elites, que protegidas por el Estado, monopolizan la producción, el mercado y el sistema financiero. Juntos no aportan lo que los migrantes le dan al país.
[frasepzp1]
Las remesas no han impactado positivamente en las comunidades de origen de los migrantes. En un estudio reciente, en 10 municipios del Quiché, con alta población migrante, se evidenció que la remesa que recibe una familia, primero, es para pagar la deuda con intereses leoninos que sirvió para el viaje. Pasan años para solventarla. Los remanentes sirven para la alimentación, construir una casa, adquirir un terreno, etc., pero no todos pueden.
Además, otros usureros, como los bancos, retienen un porcentaje significativo de las remesas. Del mismo modo, las empresas de telefonía, los comerciantes importadores de vehículos, línea blanca, materiales de construcción: cemento, hierro, etc. Esa remesa vuelve mayormente a Estados Unidos, lo que deja amplios márgenes de ganancia a los grandes comercios que monopolizan la importación.
Algunos ponen un pequeño negocio, pero de nuevo, las materias primas, los productos envasados, el aceite, las bebidas y la comida chatarra absorben parte de las remesas. Sin embargo, ese dinero tampoco se queda en la comunidad, ya que proviene de empresas centralizadas en la capital, muchas de ellas franquicias extranjeras. ¡La remesa poco alivia la pobreza de la gente, pero sostiene las ganancias del gran capital!
Ante el drama de los deportados, el Gobierno debería declarar de urgencia nacional el problema y convocar al sector privado para crear un impuesto temporal y atender la crisis. Las municipalidades en vez de dar obras a sus financistas, deberían utilizar mano de obra migrante para ejecutar los proyectos por gestión municipal. Los centros de capacitación, ONG, universidades podrían emprender capacitaciones a corto plazo para mejorar técnicamente la oferta de mano de obra que vendrá. Las iglesias evangélicas, algunas, podrían dejar de obligar a diezmar a las familias migrantes pues algunos pastores llegan al colmo de pedir el diezmo en dólares.
Recibir a los deportados como hermanos, con solidaridad y con derecho a una vida digna y, sobre todo, no permitir, desde el Estado, que haya más migrantes obligados.
Los gobiernos latinoamericanos deberían formar un mercado común, para generar espacios de producción, consumo interno y regional que fortalezca la economía creando oportunidades para la población pobre. No preocuparnos de Estados Unidos, porque, como decía una compañera académica conocedora del imperio, su decadencia será desde adentro y no por fuerzas externas. Dado el modelo de vida de la sociedad, orientado al consumismo, el lujo y la violencia, junto con una inmoral concentración de la riqueza y el creciente consumo de drogas que se extiende paulatinamente a amplios sectores de la población.
Porque, «Al parecer el presidente Trump no ha leído sobre la larga historia de la humanidad en la que han desaparecido imperios…puede que su prepotencia y falta de ética corroan más al debilitado, pero aún peligroso imperio estadounidense».[1]
Un senador de Estados Unidos[2] dijo:
«Debemos poner fin a un sistema corrupto de financiamiento de campañas, que permite que un puñado de multimillonarios compren elecciones y nos lleven rápidamente a la oligarquía. Al iniciarse la nueva presidencia de Trump, tenemos que mantenernos centrados. No podemos entrar en pánico. No importa cuántas órdenes ejecutivas firme y cuántas declaraciones emita, nuestro objetivo sigue siendo el mismo. Tenemos que educar. Tenemos que organizar. Tenemos que unir a la gente en torno a una agenda que funcione para todos, no solo para unos pocos. Ahora más que nunca tenemos que luchar para crear una América basada en la justicia económica, social y medioambiental».
[1] Hedelberto López Blanch. Periodista e investigador.
[2] Bernie Sanders es senador de Estados Unidos.
Más de este autor