El éxito de la gira europea del presidente Arévalo puede medirse en un cambio radical en cómo el concierto de las naciones ve ahora a Guatemala. Éramos una suerte de paria internacional, generador de noticias de abusos antidemocráticos, persecución penal espuria de defensores de derechos humanos, líderes sociales y políticos, periodistas, jueces y fiscales honestos, con un gobierno hipercorrupto y profundamente impopular. Ahora somos una prioridad para la cooperación internacional, una sociedad aplaudida por su capacidad de resiliencia, que pese a los desmanes vividos hace solo semanas, hoy somos un faro de esperanza regional y, por qué no, mundial.
Terminada esta gira, Arévalo y su equipo deben demostrar que no se marearon sobre un ladrillo y que saben dejar atrás con madurez y prudencia la fastuosidad de las recepciones, los aplausos y las cámaras y los reflectores de una prensa internacional complaciente. Que, asegurado el apoyo internacional, especialmente europeo, el presidente Arévalo debe demostrar que está consciente de que regresa a una Guatemala que aún no ha cambiado y que casi todo lo urgente, necesario y bueno, aún está por hacerse.
Una Guatemala en la que Consuelo Porras y su gavilla aún controlan el Ministerio Público, donde Fredy Orellana sigue siendo juez, y en la que entidades fascistas como la Fundación Contra el Terrorismo continúan recibiendo financiamiento oculto. Una Guatemala donde en la mayoría de los ministerios, secretarías y entidades del Ejecutivo continúan enquistadas estructuras corruptas y que, al intentar limpiarlas, jueces de trabajo corruptos buscarán reinstalar a cada corrupto que haya sido despedido o separado del cargo.
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Pero quizá lo más importante, una Guatemala en la que, para la gran mayoría de la población, lo que ha cambiado es haber pasado de un sentimiento de pesimismo, a una tenue esperanza de mejorar las condiciones de vida. Pero que, en el día a día de la experiencia cotidiana de la gran mayoría, aún no hay cambios qué felicitar o aplaudir. Es una Guatemala en la que la gran mayoría siente que huir como migrantes sigue siendo su única opción de mejorar sus vidas, por lo que quienes logran reunir el dinero para irse, no lo dudan y siguen arriesgando sus vidas en manos de los coyotes y traficantes de personas.
De ninguna manera se trata de menospreciar o minimizar el éxito del presidente Arévalo en la arena internacional. Pero debe reconocerse que el gran desafío es, y debe ser, lograr con éxito que los resultados de la gestión del nuevo gobierno alcancen a las grandes mayorías. Muestras claras y verificables que el robo y el saqueo del erario público han parado y que el proceso de recuperación ya está en marcha.
Es un desafío muy difícil de lograr. Requiere tiempo, voluntad política y, en términos financieros, no es gratuito.
La semana pasada argumenté acá que la lucha contra la corrupción, indiscutiblemente, es urgente y necesaria, pero no es suficiente para lograr hacer todo lo que el nuevo gobierno debe lograr. Por esto, las autoridades del nuevo gobierno rectoras de la política fiscal deben actuar para enfrentar la ola creciente de propuestas para rebajar impuestos, sin el debido sustento técnico o que hayan sido discutidas y analizadas.
Preocupa que en la mayoría de ministerios y entidades del Ejecutivo, las nuevas autoridades no hayan logrado tomar control, y reportan estar batallando para limpiar la corrupción enquistada o recuperar instituciones que encontraron en ruinas. Es claro que aún están lejos de lograr los resultados que la ciudadanía espera con urgencia y desesperación.
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