Además de solicitar formalmente la plaza, siguieron cinco meses en los que tuve al menos cuatro entrevistas, contando la de la posición de dirección interina que obtuve. La última entrevista fue con un comité legislativo, conformado por cuatro legisladores estatales bipartidistas y bicamerales. Finalmente, por mérito, el comité me nombró para un plazo indefinido, sujeta a la supervisión de una junta directiva y de una entidad legislativa.
Hubo escrutinio constante desde el inicio hasta el final. Quien verificaba mi hoja de vida también había leído mis columnas de opinión en este medio, algo que me pareció muy interesante pues ignoraba que la persona hablara español. Pensaba que lo hacía por algún interés en la región o mi vida, pero en realidad lo hacía para juzgar mi nivel de objetividad y de decoro público.
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El escrutinio y la rendición de cuentas es una constante en esta línea de trabajo, mucho más que el que se ejerce para una organización no gubernamental. El o la funcionaria pública deben siempre mostrar transparencia y un buen manejo de los dineros públicos donde la administración escrudiña hasta el último centavo, así como nuestra conducta; más aún si somos personas de color e inmigrantes. Lo entiendo y lo asumo, a pesar del trato desigual entre funcionarios blancos y funcionarios de color: el público con sus impuestos paga nuestros salarios y tienen no solo la responsabilidad sino el derecho de exigir cuentas y servicios de calidad.
Traigo esto a colación luego de la debacle del billonario Elon Musk, con su fugaz pero devastador paso por la administración de su socio Donald Trump. ¿Cuál fue el escrutinio, cuál fue su proceso de selección para ocupar un cargo en la administración? Ninguno. ¿En dónde residían sus méritos para reformar la administración pública a fin de rebajar la deuda pública y combatir el fraude?
Como sabemos, por una muy «cómoda» cifra de $275 millones para la campaña presidencial del actual mandatario, Musk, un inmigrante sudafricano, conocido por su excentricidad, uso de drogas y falta de escrúpulos, se autodesignó —con la complicidad de Trump— para crear un departamento fetiche con el fin de reducir la burocracia e ineficiencias en la burocracia federal. Los patos tirándole a las escopetas.
Ciertamente, la meritocracia es una suerte de mito en cualquier lugar, incluso en sociedades medianamente funcionales. Por un lado, se supone que es un sistema donde los más talentosos y estudiados acceden a trabajos, ocupaciones y labores acorde a sus habilidades, conocimientos y experiencia. Por el otro, en tanto subsisten desigualdades en el acceso a recursos, oportunidades y educación de calidad que suele ser muy onerosa, tiende a perpetuar las mismas clases sociales, privilegios, y jerarquías con poca movilidad social. Y en sociedades altamente corruptas, como el caso guatemalteco, la meritocracia es una quimera, como lo demuestran las alianzas que han cooptado completamente al Estado guatemalteco, asfixiando al sistema de justicia y permeando las estructuras del gobierno que no hacen más que seguir empobreciendo a las grandes mayorías.
A juzgar por las personas nombradas por Musk en su ahora desacreditado DOGE para acceder a datos sensibles de los ciudadanos e información secreta de las agencias federales, así como los otros nombramientos de Trump en departamentos clave de la administración, este sistema meritocrático ha pasado a otro modelo perverso reflejo de sistemas autoritarios y antidemocráticos, para desregular por completo al estado, crear un universo paralelo y caos, desmantelando así el estado de bienestar mientras se hacen más ricos.
Y si no, el proyecto de ley H.R.1 bajo el ridículo nombre de «grande y hermoso» que busca, entre otros, exonerar de impuestos a los millonarios, dejar a millones de personas sin seguro médico y subvenciones para la nutrición de personas de escasos recursos, e imponer un impuesto del 3.5 % a las remesas de los inmigrantes. Se prevé que los recortes de impuestos acrecentarán la deuda nacional todavía más.
Una meritocracia de los billonarios, cruel y errática. Profusa en ketamina.
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