El periodismo es un servicio esencial porque asume el papel de informar sobre las dinámicas que inciden en distintos ámbitos de las relaciones humanas. Sus antecedentes se sitúan en el imperio romano, antes de la era cristiana, y después en las dinastías chinas. Logró potenciarse gracias al perfeccionamiento de la imprenta, en la recta final de la Edad Media.
Durante su recorrido ha superado retos y se ha reinventado como consecuencia de la invención de la radio y de la televisión, avances tecnológicos que de amenazas pasaron a ampliar las capacidades del periodismo escrito. En el ínterin fue adquiriendo relevancia un concepto que se hizo dogma, aunque en realidad es una cuestión muy relativa: la objetividad.
Informar acontecimientos implica un ejercicio sustentado en teoría y práctica. La primera ofrece las bases filosóficas y operativas para que la segunda propicie las destrezas y habilidades movidas por la vocación. En ese sentido, si bien distintos historiadores de la antigüedad destacan como precursores, fue hasta en el siglo XIX que el periodismo perfiló las características actuales, y las consolidó en el XX con la implantación de la carrera en aulas universitarias de Europa y América.
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Personajes como Joseph Pulitzer y William Hearst y su competencia desenfrenada en diarios de la segunda mitad de los 1800 en Estados Unidos, la Escuela de Frankfurt, Alemania, que reunió a expertos en variedad de ciencias sociales; Harold Lasswell, politólogo estadounidense que en 1948 formuló el planteamiento de las 5 W (qué, quién, cuándo, dónde y por qué, en español); el y la estadounidenses Donald Lewis Shaw y Gaye Tuchman, el mexicano Vicente Leñero y en estos tiempos el hispano Alex Grijelmo, resaltan entre quienes han aportado a la teoría periodística.
Dada la trascendencia que desde siempre ha mantenido el periodismo, y de esa cuenta análisis como los desarrollados por algunos de los citados, no ha sido ajeno a que intereses políticos, económicos y de otra índole busquen sacar provecho al injerir en su desempeño. A esto se ha sumado que desde la virtualidad se suplantan contenidos que evaden lo que norma el ejercicio.
Hoy, lamentablemente, algunos medios de prensa han entrado en el laberinto de la confusión al perder la brújula. Como lo apunté, desde los albores del siglo pasado se establecieron patrones de actuación periodística. Por ello, el rigor determina reportear y contactar fuentes pertinentes, es decir, vinculadas o conocedoras del tema, equilibrio narrativo y sustentación del género periodístico empleado a partir de verificar antes de publicar.
Contrario a lo aludido, espacios virtuales son dominados por la circulación de desinformación. Así vemos argumentaciones y señalamientos, incluso discursos de odio que derivan en reacciones que dan por ciertas situaciones no comprobadas, deformadas o tergiversadas. De esa manera se ataca a la ética, al ignorar que el respeto frente a los hechos y las personas es un requisito.
Este nuevo 30 de noviembre que saluda y festeja a la prensa, debe también servir para reflexionar sobre los daños que la comodidad, la maldad y la mediocridad están causando a una profesión que ha luchado por responder con dignidad a las expectativas sociales. La propaganda y el activismo son acciones valederas; sin embargo, tienen su entorno. En la gestión periodística, la distorsión, la difamación y los bulos no deben tener cabida, tampoco las notas que desechan las normas teóricas.
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