Una de esas pautas, la principal cuando se está frente al atropello de la dignidad de las personas, concierne a no guardar silencio. La mudez otorga y hace cómplice a quien la ejercita. Y en Guatemala no estamos para silencios. No cuando la democracia está en peligro y la historia nos convoca a pronunciarnos.
El quid de la cuestión es cómo pronunciarse. Porque en nuestro país el poder vinculante de la palabra se ha perdido en aras del insulto, la demagogia, la verborrea y la mentira. Nadie le cree a nadie porque nuestros líderes políticos se han encargado (quién sabe si no con una intención preconcebida) de degradar el lenguaje expresando en sus alocuciones, frases y oraciones repletas de hipocresía.
Algunos degradan el lenguaje motu proprio (los manipuladores de masas). Otros por ignorancia y no faltará quién, empujado por sus titiriteros. Olvidan estos adefesios que el lenguaje es indispensable para vincular la palabra con el ejercicio de la ciudadanía. Sin palabra correcta no hay ciudadanía.
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Así las cosas, en este artículo pretendo ejercitar la capacidad comparativa de la palabra con relación a características indispensables para toda persona que se precie de ser líder. De tal manera, amigo lector, lo invito a que, por medio de esta lectura, recuerde y haga sus propias comparaciones.
Analicemos casos muy nuestros, de esta Guatemala del aquí y del ahora.
1. Los que practican las absurdas constantes de invocar el nombre de Dios en vano y de repartir bendiciones a diestra y siniestra.
De ese tipo de esperpentos tenemos en todos los organismos de Estado.
En ese caso pregúntese, estimado lector, qué tan practicante de una fe o de una religión es el supuesto líder. Porque, con tanto político aduciendo ser un fiel cristiano tendríamos que vivir en el paraíso.
2. Los de la repetitiva auto adjudicación de virtudes que harían palidecer al más conspicuo bienaventurado de todos los santorales habidos y por haber.
Ante un personaje así, pregúntese y analice: ¿Es libre de pasiones? ¿Ejercita la caridad? ¿Es humilde? ¿Tiene rectitud, benignidad y mansedumbre? Y, sobre todo, ¿es libre de malos ímpetus o padece de aquellos que solo imaginarlos erizan la piel?
3. El tipo de magnanimidad y de fortaleza que tiene.
Para asumir el liderazgo de un gobierno es indispensable comprender las flaquezas de otros. También, reconocer sus virtudes y saber aprovecharlas en beneficio de la sociedad. ¿Qué capacidad de comprensión y de alteridad tiene el líder que lo invita a seguirlo?
4. Entendimiento y juicio.
¿Tiene entendimiento? ¿Tiene buen juicio? ¿Especula demasiado? ¿Es prudente? Porque más necesario que el frenesí es la sensatez para saber discernir y tomar decisiones correctas.
5. El buen término de las obras.
En Guatemala los desastres nos cierran la vuelta. No hemos terminado de salir del impacto de uno cuando el otro nos alcanzó con más fuerza que el anterior. Cuando se concluye el tramo final de una carretera, donde se inició la construcción ya es una ruina. La basa de esa repetición del mal es la corrupción.
6. Cómo es su salud física y su salud mental.
El líder debe ser la persona más sana, más equilibrada, ni muy novato ni demasiado confiado en su experiencia vivida. Y la decencia manda saber cuándo no se está preparado para ejercer un cargo (y por lo tanto no aceptarlo) y/o cuándo es el tiempo propicio para retirarse. Por ejemplo, los vicios no son el mejor bagaje para un diputado, un ministro, un juez o cualquiera otra persona que ostente un cargo público. Si un funcionario público o privado ha sido cooptado por esa clase de desenfrenos, su obligación es hacer mutis.
7. Un problema muy frecuente en Guatemala son los outsider de la política. Ignorantes, bocones, gritones e hipócritas. Aducen saber mucho de lo que ignoran todo, que es la ciencia y el arte del buen gobierno.
8. Y, por último, el líder debe ser el más señalado en sus virtudes y méritos. Pregunto: ¿qué virtudes y méritos probados tiene su alcalde, su diputado, el ministro de Estado que conoce, el presidente, el vicepresidente y los jueces que están en su radar?
Espero que al término de esta lectura ya haya hecho sus comparaciones. Guatemala no aguanta más. Debemos salvar la democracia. Así que, por favor, compare y no guarde silencio.
Amigas y amigos, les compartí algunas pautas indispensables para un Superior de la Compañía de Jesús. Dicho sea, son aplicables a toda persona que ejerza un cargo de liderazgo.
Hasta la próxima semana, si Dios nos lo permite.
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