Por un lado, es claro que las instituciones del Estado, aunque desde el aspecto formal cuentan con las leyes y reglamentos pertinentes para evitar y prevenir accidentes de tal magnitud, en la práctica cotidiana no es así. Es necesario observar que la situación debe verse de manera integral, es decir, el antes, el durante y el después. Por supuesto, es imprescindible analizar las causas que generaron el accidente (además de las fallas mecánicas del autobús, la pericia del conductor y su falta de preparación), el estado de las carreteras, su peligrosidad, así como las acciones de rescate y traslado de los fallecidos. Ello incluye observar cómo se asumirán las consecuencias a corto, mediano y largo plazo. Dichas medidas comprenden no solo las cuestiones relativas al hecho en sí, sino también el velar porque se cumpla con el pago del seguro a los familiares de las víctimas, así como un tratamiento médico y psicológico para quienes lo requieran.
Como población necesitamos un compromiso serio por parte de las autoridades, en el que se evidencie que en realidad se están tomando en cuenta todos los aspectos para evitar que este tipo de tragedias se repita.
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Por otro lado, es necesario que los dueños de las empresas privadas asuman con responsabilidad plena y consciente el papel que les corresponde. Quienes hemos viajado en estos buses parrilleros sin duda podríamos compartir diversas anécdotas sobre la velocidad excesiva con que se desplazan por las carreteras y, en muchas ocasiones, la imprudencia de los conductores. Es decir, es una situación que se ha dado por décadas y que, lamentablemente, hemos naturalizado. Pese a ello, es importante recordar que es responsabilidad de los transportistas asegurar que los vehículos que utilizan estén en óptimas condiciones, pues es la vida de los usuarios la que está en juego. Ello implica garantizar, además, que quienes conducen los buses cuenten como mínimo con las licencias correspondientes, con un estado de salud adecuado, que tengan capacitación constante y experiencia para solucionar situaciones de emergencia.
Además de recapacitar en torno a los aspectos relacionados con el accidente de la Calzada La Paz lo más importante por el momento es mostrar nuestra solidaridad hacia las familias de los fallecidos. Las víctimas de este accidente de tránsito eran personas de distintas edades que, como miles de guatemaltecos, a diario se trasladan en horas de la madrugada desde sus lugares de origen hacia la capital en busca de mejores condiciones de trabajo. Poco a poco vamos viendo cómo se están tejiendo las historias de sus vidas que muestran su esfuerzo y dedicación. Los testimonios de sus familiares y conocidos nos conmueven hasta lo más profundo. Vemos, pues, que estas vidas laboriosas se interrumpieron de pronto debido a la irresponsabilidad colectiva que desde hace décadas viene dándose en el país.
Nos queda una sensación de consternación y de abandono. Nos queda asimismo mucho miedo, porque, así como ahora fueron ellos, dadas las condiciones actuales en que se encuentra nuestro país, en cualquier momento podríamos ser nosotros.
Las cosas tienen que cambiar, ojalá que para el bien de todos. ¿Qué acciones llevar a cabo desde nuestro espacio? Por lo pronto, las actividades que realizamos a diario hacerlas de la mejor forma posible. También, mantener una actitud sostenida de respeto y empatía hacia las víctimas y sus familias.
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