«Las personas necesitan de la educación como las plantas del agua», «A la planta se le forma mediante el cultivo, a los seres humanos mediante la educación», son expresiones de Jean-Jacques Rousseau, intelectual francosuizo (1712-1778) que trascendió en distintas disciplinas.
Entre los aportes de este personaje trascienden dos obras: El contrato social, y Emilio, o de la educación, ambas enfocadas en el individuo y su entorno. Cito sus palabras a propósito de la enésima interrupción del ciclo escolar impuesta por el bloque dominante del gremio magisterial.
No hay discusión respecto a que la educación es uno de los bienes esenciales, marco en el que la Constitución Política de la República le dedica 11 de sus 281 artículos. La carta magna señala que se garantiza la libertad de la enseñanza y que es obligación del Estado proporcionarla y facilitarla sin discriminación alguna, además de declarar de utilidad y necesidad públicas la fundación y mantenimiento de planteles para tal fin. En resumidas cuentas, determina un derecho.
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Sin embargo, el proceso educativo continuamente ha transitado en medio de carencias, aunado a un declive cualitativo como consecuencia de su instrumentalización política. Derivado de esta situación, han sido reiterados los momentos en que las aulas no han lucido la presencia de alumnado y profesores, ya que lo usual ha sido el abandono de responsabilidades por parte de los segundos.
Y es que toda protesta del principal sindicato del magisterio se acompaña de movilizaciones que detienen los estudios. Niñez y juventud se quedan en el aire; es decir, simple y llanamente dejan de aprender. Si este segmento es el futuro del país, no es descabellado afirmar que las perspectivas son desalentadoras para quienes recurren al cobijo educativo estatal.
Hoy, como ayer, las autoridades del ramo y los/las maestras organizados mantienen un pulso de cuyo esfuerzo no fluyen mejoras sensibles para el estudiantado. No es casualidad que, en el conflicto actual, a las reivindicaciones propias, las y los sindicalistas añadieron demandas fuera de contexto. «La lucha es en pro de los intereses de los pueblos históricamente olvidados...» (sic), declaran.
Incorporar la diversidad de problemas nacionales en un diferendo que, supuestamente, surgió por la negociación de un pacto colectivo, evidencia que en el fondo la cuestión laboral fue un pretexto, pues las intenciones del movimiento van mucho más allá.
Durante 45 días, los más oscuros del año para quienes difícilmente podrán recuperar contenidos escolares, un porcentaje de escuelas e institutos ha permanecido cerrado. Las víctimas del enfrentamiento entre el gobierno y la dirigencia sindical son las y los estudiantes. Por supuesto, como no había ocurrido, Joviel Acevedo y compañía tuvieron que aguantar un revés, mientras que las autoridades del Ministerio de Educación se apuntaron un round a favor con el apoyo de resoluciones legales.
Pero la historia aún no llega al epílogo. Queda esperar qué vendrá con la repentina partida de los grupos que, entre sombras y en la soledad del amanecer dejaron la Plaza Mayor, lo que incluye a los que más tardaron en venir luego de una larga caminata, que en irse de vuelta con las manos vacías.
Tal vez el que les tocaran el bolsillo o porque el paro se desgastó, los sindicalistas optaron por declinar de la noche a la mañana. La verdad, sorprendió que cedieran; sin embargo, también es probable que el retiro sea relativo y que en la guerra que libran hayan dejado un Caballo de Troya…
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