«El último grado de perversidad es hacer servir las leyes para la injusticia» Voltaire.
El colonialismo se asentó en dos fuerzas constitutivas legales. Por un lado, las leyes del reino para mantener el orden de la explotación, extractivismo, esclavitud y sumisión. Por el otro, las leyes católicas para adoctrinar y garantizar el miedo religioso, el tributo, la esclavitud y, por la manipulación subjetiva, mantener el control de almas y cuerpos. En ambas fuerzas legales, su garantía de cumplimiento es la violencia legal, desde el estado colonial y, actualmente, desde el republicano «moderno», monocultural, dependiente del colonialismo externo.
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La inquisición, los tribunales de fuero especial, las organizaciones represivas clandestinas, el sistema jurídico actual y el Congreso son expresiones históricas de la matriz jurídica que, actuando al unísono, tienen la potestad de manejar a su antojo y para intereses colonialistas, emitir las leyes necesarias que garanticen la aplicación selectiva de la justicia por parte del OJ, CC, PDH, MP y otras lacras institucionales, y también informales. La guinda del pastel, en esta lógica, es el Organismo Ejecutivo (encabezado por el presidente de la república), que garantiza la aplicación festinada de la violencia, dirigida especialmente contra los pueblos pobres, sectores críticos, subalternos e intelectuales revolucionarios.
Con base en lo anterior, se trata de explicar, a través de la realidad, las causas fundamentales de por qué actúa como lo ha hecho recientemente el Congreso de la República al no reconocer a los pueblos indígenas con ocasión de su día. Fecha que, además de haber sido folklorizada, es fruto de un indigenismo superficial, que utiliza la conmemoración como fachada para maquillar el rechazo y el desprecio hacia los pueblos originarios y sus legítimos derechos.
La historia de esta actitud se origina en la continuidad del colonialismo, que, a través del poder político-jurídico, ha negado de forma constante no solo la existencia de los pueblos y sus derechos, sino también otras iniciativas legítimas. Esta negación implica, además, un rechazo a la diversidad y pluralidad que caracterizan a Guatemala. Las consecuencias son evidentes: desigualdad, pobreza, indiferencia, pasividad, desorganización social, miedo a alzar la voz, amenaza constante y la folklorización de los pueblos. Esta situación afecta tanto a ladinos/mestizos como a los pueblos indígenas y culturales, impactando especialmente a las juventudes, sin importar su origen o práctica cultural.
En las áreas urbanas, la juventud orienta su interés en las redes sociales donde los contenidos que les atrae son de diversión, espectáculo, juegos y otras banalidades que se suman a la pérdida de tiempo en espectáculos públicos como conciertos, cantantes, conjuntos musicales, futbol, con bebidas alcohólicas, desfiles y concursos de bandas, que sustituyen la educación y formación para la vida, el trabajo y futuro de este segmento poblacional. Todo a ciencia, paciencia y complicidad de los padres de familia.
En las comunidades no es menos preocupante. La tendencia a focalizar la energía, cultura y belleza indígena, que se está cosificando y mercantilizando rápidamente, a través de la explosiva aparición, de una aparente tradición, como son los bailes en las calles, llamados convites. Lo que convierte la dura realidad en un carnaval permanente. Y no está del todo mal, porque visualmente florece la cultura objetiva, pero a la par existe desempleo y una baja asistencia escolar de hombres jóvenes de hogares que reciben remesas. Son las comunidades violentadas, negadas y discriminadas las que reciben el mayor impacto del estado colonial y ahí se cobijan los más bajos indicadores de desarrollo y los más altos de migración forzada. El alcohol rodea y se derrama en esos famosos bailes de feria patronal[1], donde mujeres y jóvenes bailan con cerveza en mano (no en todas las comunidades, pero sí va creciendo el fenómeno).
Ese abandono de la política que busca, lucha y construye el Buen Vivir da paso a la politiquería al servicio de una colonización permanente. Se trata del resultado de la colonialidad: un entramado de instrumentos materiales e ideológicos que ejercen dominación objetiva y subjetiva sobre ¡toda la sociedad!
En medio de esta trágica y dolorosa noche de larga data emergen, como luciérnagas con luz propia, algunos signos de esperanza desde ciertos sectores de juventud y de lo más legítimo de autoridades ancestrales, de lo cual escribiremos en el próximo artículo.
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[1] https://www.facebook.com/100094557600701/videos/1440670219889890/?rdid=S...
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