Donald Trump no perdió el tiempo. No pidió ni anunció periodo de sesenta, noventa o más días para perfilar el rumbo de su gestión como 47 presidente de Estados Unidos. Desde el primer minuto después de tomar posesión comenzó a marcar el paso, algo inusual, por lo menos, en este lado del mundo.
Con esa tónica firmó unas 200 acciones y órdenes ejecutivas, así como memorandos. Vale resaltar que las segundas pueden ser revocadas o impugnadas, aunque para la primera de las opciones habría que esperar la postura de quien lo suceda, ya que es potestad del ocupante de la Oficina Oval en la Casa Blanca. Contra las otras ya se han presentado recursos.
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«Sellar» la frontera sur, suspender el reasentamiento de refugiados, frenar la ciudadanía automática para hijos/as nacidos en territorio estadounidense de personas indocumentadas, retirarse de la Organización Mundial de la Salud y del Acuerdo de Cambio Climático, el reconocimiento de solo dos géneros, cerrar los programas, políticas y declaraciones vinculados con la «ideología de género», son parte de las disposiciones del mandatario.
El retorno de Trump a la presidencia ha sido contundente, tanto por su arrasador triunfo en las urnas frente a Kamala Harris, como por lo descrito. Por supuesto, el poder del gobernante también es patente por el acompañamiento de magnates de las esferas empresariales, entre ellos los del influyente ciberespacio.
Trump ha manifestado que devolverá la grandeza a su país, pero no ha explicado cuál es su ideal, es decir, no se sabe si alude a los orígenes con George Washington, las pre y post Primera o Segunda Guerra Mundial, o la Guerra Fría, entre otros momentos históricos. Lo certero es que, de entrada, garrote en mano, borró lo trazado por su predecesor, Joe Biden.
La mira del presidente se ha posado en los cuatro puntos cardinales del planeta. No ha escatimado argumentos para decir lo que piensa. Para el efecto, su secretario de Estado, Marco Rubio, arrancó temprano las giras que lo llevarán, en unos casos extendiendo la palma de su mano, en otros empuñándola o, incluso, colocando el dorso por si sus interlocutores se inclinan de más.
Migración irregular y narcotráfico son los focos sensibles en el hemisferio. Una es resultado de la pobreza, el otro responde a las redes del crimen organizado que mueven personas o introducen drogas ilegales en un mercado de altísimo consumo que, ni el primer mandato de Trump, el de Biden y los previos, pudieron disminuir o desalentar.
Rubio abrió la conferencia de prensa que ofreció junto al presidente Bernardo Arévalo, con una sonriente alusión al susto que pasó en la madrugada del 5 de febrero. Con humor disfrazó el probable y lógico temor por la sacudida magnitud 5.8. Sin embargo, quienes no disfrazan emociones o sentimientos son la ciudadanía y familiares de migrantes que escucharon el compromiso bigubernamental de subir en un 40 % los vuelos con deportaciones hacia Guatemala.
Y más miedo da que el retorno masivo y forzado abarcará a oriundos de otros países, situación que traerá contingencias y complicaciones de diversa índole por el variopinto perfil de quienes vendrán.
Aunque Rubio prometió asistencia en infraestructura, incluido el Metro citadino, lo concreto es que se elevará el número de habitantes en suelo guatemalteco, a pesar de que las condiciones socioeconómicas no son idóneas. En otras palabras, se vislumbra un «Trumperremoto».
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