Mas, instituciones quedan que no son un mero cascarón y sus propósitos concernientes a la academia y a las artes en todas sus manifestaciones preconizan la cultura y las virtudes como síntomas y signos de su ser y estar, de su aquí y ahora. En ellas, los debates equilibrados no permiten confusiones sino acendran ese opus humanum (el trabajo del ser humano y para el ser humano) que redunda en el sano juicio para la mejor comprensión del mundo que nos rodea.
Algunos de mis lectores –habida cuenta del título del artículo– habrán percibido ya que me estoy refiriendo a los Centenarios Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango cuyo nombre está quedando corto porque, renacidos como el Ave Fénix de algunos periodos de censura (a causa de las dictaduras de Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico Castañeda) y un año de silencio (a causa de la pandemia de Covid-19), han vuelto a latir, posicionándose a nivel mundial como un referente de las lides literarias. Considérese que, después del Premio Nobel, son las justas más antiguas conocidas con 109 años de existencia.
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Así, el miércoles 8 de octubre, durante la transición de Luna Llena a Luna Gibosa Menguante, se llevó a cabo por primera vez en 109 años de existencia del certamen, una reunión virtual para reconocer a los jurados calificadores, esta vez, de su LXXXVII edición. Fueron ellos en la rama de poesía el Dr. Alfonso Chase Brenes, la Licda. Arabella Salaverry Pardo y el Dr. Daniel Matul (hijo), todos de Costa Rica. En la rama de novela el Lic. Salvador Silva Padilla y la Licda. Lidia Zaragoza Buendía, de México, y el Dr. Carlos Roberto Paz Manzano, de El Salvador. En la rama de ensayo los doctores Carlos Salvador Ordóñez Mazariegos y el Dr. Sergio Estuardo Mendizábal García, ambos de Guatemala.
Estuvieron presentes los escritores premiados. En poesía: Janil Yumil Uc Tun (mexicano) y Carlos Francisco Gálvez Pérez (salvadoreño). En ensayo: José Alejandro Tuc González (guatemalteco) y Bayron Ramírez Agüero (costarricense). En novela: Juan Carlos Gómez Jaimes (colombiano) y María del Carmen González López (española). Ni qué decir, los miembros de la Honorable Comisión Permanente y la representación del Concejo Municipal.
Reitero, la ocasión se trataba de reconocer a los integrantes de los jurados calificadores que resultaron ser, para quienes no los conocíamos a todos, de una estatura académica impresionante y de una trayectoria literaria extraordinaria. Y durante el encuentro, que habría de ser muy protocolario, preciso y conciso, emergió (como si hubiese llegado el Ave Fénix que ha rescatado a dichos juegos de tiranías y pandemias) un diálogo que terminó siendo un conversatorio entre ganadores y jurados. Huelga decir que María del Carmen González López (española) estaba participando a las 03:00 horas de España.
¿De qué se habló? ¿De qué se arguyó? La respuesta es: De las obras presentadas, de sus fortalezas, de sus áreas de mejora, de sus líneas de pensamiento, de su filosofía, del futuro de los literatos laureados, dicho sea, todos abiertos al diálogo y ostentando esa humildad que permite crecer en el arte cuando se escuchan los consejos no de otros que saben más sino de pares que con su crítica sana permiten el crecimiento. Y selló la noche la intervención del doctor Daniel Matul Morales, quien condujo el conversatorio del día 13 de septiembre 2025 en la sede de la Casa de la Cultura de Quetzaltenango. Para entonces yo ya estaba interviniendo y terminamos compartiendo hasta del concepto maya del Kab'awil, esa doble mirada, que significa dos fuerzas opuestas que se complementan, y cuyo no entendimiento distanció temporalmente a fray Bartolomé de las Casas, por un lado, y a fray Tomás de Torres y a fray Domingo de Vico, por el otro.
Se dice que los pilares fundamentales del consciente colectivo son aquellos elementos que dan sentido de pertenencia, y que en mayor o menor manera, hacen posible una conciencia identitaria que provee cohesión. Se refieren los tratadistas a la educación, la filosofía, la moral y la religión de los pueblos. Para Quetzaltenango y para Guatemala yo agregaría un pilar más: la Comisión Permanente de los Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango.
Sí, fue una noche de Luna Llena en Xelajú durante la cual olvidamos la posverdad y la condición posdemocrática en que vivimos. Se dio paso al Gaudeamus Igitur, el himno universitario internacional cuya última estrofa pondera la reunión de los dispersos al llamado del Alma Mater.
¡Hasta la próxima Edición 2026!
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