Presentaré mi intervención (durante el coloquio mencionado) mediante cinco problemas narrativos de Vico, entre la historia y la leyenda, novela en la que trabajo desde el 3 de enero de 2024.
Explicito los prolegómenos a continuación.
En las posibles fechas 24 de noviembre de 1555 (según el Memorial de Sololá, que de acuerdo con el calendario juliano correspondió a un viernes) o el miércoles 29 de noviembre del mismo año, fray Domingo de Vico fue matado a golpes y flechazos en el territorio acalá. Sucedieron los hechos en las Vísperas de la Fiesta de San Andrés. Había llegado a Guatemala con fray Bartolomé de las Casas y junto a él fueron sacrificados fray Andrés López (un presbítero recién ordenado que lo acompañaba) y un joven q’eqchi’ que hacía las veces de acólito. A este le abrieron el pecho, le sacaron el corazón y lo ofrendaron al Sol.
No solo ellos murieron. También fueron ultimados una treintena de guerreros del ejército de Aj Pop O’ Batz, el gran cacique de Tezulutlán-Verapaz conocido como Juan de Matalbatz, Aj jolomná (cabeza) de todo el territorio que los nahuas habían identificado como Tierra de Guerra.
El impacto fue tremendo, no solo por los hechos mismos sino por la coyuntura sociopolítica que predominaba en el Virreinato de la Nueva España y que alcanzaba de lleno a Guatemala. Así, Aj Pop O’ Batz, en el intento de preservar el territorio sin la intromisión de la Real Audiencia de los Confines y sin la presencia de españoles –excepción hecha de aquellos que él y los dominicos de fray Bartolomé de las Casas aceptaran según los acuerdos del Tratado Maldonado-Las Casas–, sometió de manera bárbara a los acalaes. Les hizo la guerra y, a quienes no mató, los redujo a una especie de campo de concentración en Cobán, en un sector del actual barrio San Marcos, área que hoy ocupa la zona 3 de la cabecera departamental de Alta Verapaz (conocido como barrio San Juan Acalá). Pero, la medida fue infructuosa. El martirio de Vico permitió que la Audiencia se entrometiera promoviendo en España la revocación de una Real Cédula que prohibía hacer la guerra al territorio o someter a sus habitantes a esclavitud. Y así, el 22 de enero de 1556 se expidió otro auto mediante el cual se declaraba la guerra contra la Provincia del Lacandón. Este fue muy específico porque Aj Pop O’ Batz (jefe máximo de todos los señoríos de la región) ya había sometido el territorio de Acalá que estaba asentado dentro de los confines de Tezulutlán-Verapaz.
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El contexto idílico, de sacrificio y martirio (para traerlo a la paz) como se enseñó en la historia oficial, no era ni fue tal. Así lo describieron muchos historiadores en los siglos venideros. Empero, aquel territorio llamado Tezulutlán[1] identificado en su primera hora como Tierra de Guerra por los nahuas y posteriormente como Verapaz por la Corona española, nada tuvo de Vera y mucho menos de paz. Desde el primer momento acalaes y lacandones no aceptaron la relación de Aj Pop O’ Batz con el fraile Las Casas y se mantuvieron, hasta su extinción, en pie de guerra. Conste, los lacandones (maya-descendientes) eran vecinos de los acalaes (nahua-descendientes), pero no se encontraban en el interior de los límites de Tezulutlán. Los acalaes sí estaban dentro de los confines del territorio que supuestamente habría de ser traído a la paz. En orden a su demarcación es preciso indicar que esos límites no eran exactos. Al norte se tomaban como tales los recorridos y las confluencias de los ríos La pasión, Sibún y Sarstún; al sur, el río Grande o Motagua; al oriente, el océano Atlántico (el actual departamento de Izabal era de la Provincia de Verapaz); y, al occidente, el río Chixoy.
Llama la atención entonces por qué, a pesar de las enormes diferencias sociolingüísticas y de las pugnas geoestratégicas entre lacandones y acalaes (sobre todo, el conflicto que mantenían por el dominio de la red de ríos), los grupos habían confabulado juntos para matar a Vico desde 1550 (datos debidamente documentados).
De esa conspiración –con sus prolegómenos y consecuencias– se trata en la novela que estoy escribiendo.
A tenor de esos entramados, una interpretación historiográfica no puede dejar de lado las siguientes preguntas:
1. ¿Por qué existía una trama para acabar con Vico por parte de acalaes y lacandones desde cinco años antes de su muerte?
2. ¿Por qué Vico, habiendo sido prevenido para que no fuera a las tierras de los acalaes, –los momentos sociopolíticos de la región eran cruciales–, desobedeció al gobernador de Verapaz, desoyó a sus hermanos de Orden y viajó a un martirio anunciado?
3. Vico era académico, docto, polímata y políglota; era un maestro y conocedor de la historia. Entonces, ¿por qué puso en riesgo el proyecto de Bartolomé de las Casas con relación a la evangelización pacífica de Tezulutlán?
4. ¿Fue acaso empujado por la Real Audiencia, el Obispado de Guatemala o el Virreinato de México para cometer semejante imprudencia aprovechándose de su obstinada personalidad? Porque, pretextos para invadir Tezulutlán y acabar con el proyecto de evangelización pacífica de Las Casas sí que necesitaban los ibéricos que se adjudicaron la condición de conquistadores.
5. ¿Por qué la desmedida respuesta de Aj Pop O’ Batz y del Consejo de Indias ante los hechos (nada gratos, por cierto) al grado de cometer, casi, un etnocidio?
Las respuestas han ido emergiendo conforme la investigación documental y de campo ha avanzado. Hay una sexta que, por su importancia y el manejo ético que debe dársele, no puedo dejarla ver en este momento.
Tal fue mi participación. Me sugirieron escribirla y compartirla en este medio. Espero que sea de utilidad.
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[1] Tierra de los tecolotes en idioma nahua.
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