Aunque lo sugiera el título, esta maquila no se refiere a esa incómoda parte del legado de Obama, el premio nobel de la paz que, además de aumentar a máximos históricos la deportación de migrantes centroamericanos, creó, aplicó y justificó el programa de bombardeos con drones que fue retratado trágicamente en Eye in the Sky, la película de Gavin Hood que narra la crueldad de un bombardeo en Pakistán desde la perspectiva de las víctimas y de los operadores del mortal juguete bélico.
Nadie en sus cabales (y yo puedo honrarme de no estarlo) se atrevería a discutir la moralidad del legado de Obama a pocas horas de haber pronunciado él su último discurso y en la víspera del estreno de la capacidad de mala decisión de los electores gringos. Todos vamos a obviar convenientemente los deportados, los drones, los errores de criterio sobre la Primavera Árabe y el silencio cómplice sobre el golpe en Honduras para concentrarnos en el mal mayor, que está por venir, y mantener vigente aquel adagio de: «Alguien vendrá. Qué bueno me hará». Tal vez vengo diciendo esto desde hace un rato: nunca antes American Idiot me había parecido una descripción tan adecuada de una sociedad.
Pero esta maquila se trata de algo más mundano: se dedica a alguien estrenando su regalo de Navidad.
Alguien recibió un pequeño dron con cuatro hélices que a mí se me asemeja a un mosquito gigante volando, zumbando sobre las cabezas de mi familia en el parque Florencia la semana pasada y demostrando que varias hectáreas de terreno en espacio abierto no son suficientes cuando la tecnología nos acosa. Y un sentimiento muy parecido a la furia de los Black Keys en Tighten Up me asalta.
El mosquito gigante viene y va. Sube y baja. Cae en picado y luego se levanta mientras su zumbido acompaña mi almuerzo.
La escena tiene algo de comedia: salir de la ciudad en busca de la paz de un bosque, conducir un par de horas en el tráfico de la Roosevelt y llegar al parque para encontrarse con un recién estrenado juguete girando entre las copas de los árboles e imponiendo su zumbido sobre todos los otros sonidos. Algo así como el argumento de algún video ochentero de padres que escapan sin éxito de adolescentes ruidosos mientras estos se transforman en ultramaquillados miembros de una banda de glam rock.
Para controlar el dron, su operador usa grandes gafas que cubren su cara. La parafernalia de su equipo está desplegado sobre una de las mesas de picnic. Escucha (seguramente como inspiración) música electrónica. Todo, bajo la mirada extasiada de su novia, que responde a la petición de mi esposa de no volar el aparato cerca de las niñas con un «yo se le voy a decir» que te hace ver al individuo en otro universo, en el que sin duda disfruta profundamente de las evoluciones, de las caídas en picada y del vuelo rasante del mosquito gigante.
El vuelo del aparato no me recuerda en forma alguna la épica de los Spitfire en las guitarras de Aces High, de Iron Maiden, pero ciertamente me evoca un par de canciones no tan pacíficas de Vulgar Display of Power, el álbum estrella de Pantera.
Y entonces un grupo grande de niños llega con una pelota de futbol que queda abandonada en la mitad del campo, en un partido que no empieza jamás. Todos han sido atrapados por la magia del dron. Emocionados hasta la histeria, se constituyen en la tribuna del operador, que muestra orgulloso al mosquito gigante que sube, baja, cae en picado y se vuelve a levantar entre aplausos.
Game over. El villano de mi picnic es el nuevo héroe del parque. Procedemos a levantar nuestro improvisado campamento para introducirnos en el bosque, caminar entre los senderos y dejar atrás el zumbido del mosquito y a los niños disfrutando de cada giro del dron para encontrar un poco de silencio, como el peregrinaje del tipo vestido como un rey de cuentos infantiles en el video de Depeche Mode para Enjoy the Silence.
Hay que reconocerlo. Perdimos la partida. Sin embargo, los Soda Stereo me recuerdan que existe una Zona de promesas en la cual hay recompensa al final mientras me abro paso nuevamente por la Roosevelt.
Tal vez deba comprar un dron.
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