El territorio de cada pueblo –no ciudades-estado según la visión occidental– albergaba continuidades cosmogónicas. Políticamente eran diversos con narrativas mito-históricas comunes que les dieron sentido, simbolismo, valor y resguardo a los fundamentos propios para perpetuar su derecho a la continuidad civilizatoria, que aún sobreviven en riesgo permanente de debilitarse por el avasallamiento educativo monocultural.
Según el sistema colonial, la historia de Guatemala empieza en 1524 como hito histórico, civilizatorio, por generación espontánea, inicio de lo humano, donde el pasado de los pueblos acá asentados no existe y por lo tanto los vivos no eran humanos. Para los pueblos, territorio y todo lo contenido, animado e inanimado, eran sacralizados por ser la vida, en una articulación solemne de seres humanos, animales, cuevas, montañas, ríos, constelaciones, energías, indumentarias, etc. que dependían unos de otros.
La colonialidad, nos atrapa y encierra, nos hace creer esas pretendidas fundaciones de ciudades y manipula para congratularnos celebrando esas fechas de ignominia, violencia, negación y sumisión, sin darnos cuenta que celebramos la pérdida de la dignidad de los ancestros, nuestras raíces y que nos hemos vuelto miopes ante el esplendoroso pasado de los pueblos. Celebramos nuestra desgracia porque tenemos miedo al poder y/o esperamos beneficios (que nunca o apenas llegan) por ser sumisos ante él. El poder, a través de la colonialidad y sus instrumentos materiales y simbólicos, termina anulando la potencia colectiva, reduciendo, limitando, disolviendo capacidades de resistencia y de dignidad.
El territorio kiché, abarcaba lugares de poblamiento importantes: Quetzaltenango, Olintepeque, Sak kajá, Totonicapán, Momostenango, Quiché, etc., que constituían un territorio cuya extensión temporal e histórica se enraíza en la civilización maya, se dinamiza con migraciones, internas y externas y asentamientos que sufren la invasión colonial, explotación y servidumbre colonial, republicana, liberal y globalizadora, sucesivamente. A pesar de ello, mantiene el eje toral de su cosmovisión de vida y resistencia en un proceso continuo que no se truncó en 1524, aduciendo que Guatemala (y Quetzaltenango) se fundan en esas fechas.
Los mayas existían a la llegada de los castellanos. (no habían «desaparecido», según la colonialidad). Ejemplo, Tulum o Zamá, que significa amanecer, asiento civilizatorio del área mesoamericana, presenta «Inscripciones que datan de 564, y la mayor parte de los edificios que se aprecian hoy en día fueron construidos en el periodo posclásico de la civilización maya, entre los años 1200 y 1450. La ciudad todavía era habitada en los primeros años de la colonia española. En la cultura maya, se le daba una importancia a la planeación de la ciudad según la cosmología, y es así que la construcción de la ciudad de Tulum se basó en el concepto de las “cuatro esquinas”, que hace referencia a los puntos cardinales y que a su vez surge del antiguo patrón cósmico de cinco puntos. La ciudad como cuadrilátero, representaba un mundo ordenado, racional, hecho para dioses (sic) y seres por igual. En cada esquina o entrada se instalaron Balames (jaguares) protectores o guardianes del pueblo.»
Tikal, Momostenango, la Plaza Atrial de San Cristóbal, Totonicapan (investigación de Carlos Fredy Ochoa y otros), la Plaza Central de Quetzaltenango y otros lugares contuvieron elementos cosmogónicos en su trazo, ya sea como altares mayas (encantos), como capillas en los cuatro rumbos, volcanes (Ixcanul en Quetzaltenango) o la misma orientación del pueblo.
La invasión no solo rompió con ese equilibrio, armonía y simbolismo mítico-histórico, también desestructuró sociedades, generó desigualdades e intentó ocultar la verdadera historia de los pueblos, que no tuvieron una ruptura o vacío y que hoy reivindican su historia, su voz, su lugar en el tiempo-espacio y en la conciencia e identidad de la población.
Entonces, celebrar la fundación de Guatemala o Quetzaltenango, en 1524, es la expresión concreta del colonialismo donde, según teóricos sociales, los colonizados somos los últimos en saber nuestra condición.
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