La semana que empezó el 11 de septiembre de 2017, el Congreso protegió al presidente de una investigación penal. Dos días después, más de 100 diputados votaron a favor de un pacto de impunidad incluyente, algo que hicieron de forma tan torpe que provocaron una inesperada y masiva reacción. Desde el Codeca hasta el Cacif, pasando por todo el espectro ideológico, el rechazo fue contundente. Por supuesto, la tormenta se alimentó del autismo presidencial coludido con el intento de legislar a la medida un supuesto plan para golpear al dúo MP-Cicig y el destape de la coima administrativa que el alto mando del Ejército le pagaba mensualmente al presidente Morales.
La noche del 15 de septiembre, el escenario era un Congreso sitiado por manifestantes y alguna tranquilidad ante un pacto proimpunidad detenido por la movilización pacífica de miles de personas, media docena de amparos y la indignación de amplios sectores reflejada en redes sociales. Desde mi perspectiva, cabe mencionar, además, cuatro buenas noticias y un reto que puede asustar a algunos sectores.
Las buenas noticias:
- Una Asociación de Estudiantes Universitarios con liderazgo, legitimidad, discurso político y movilización efectiva. Este factor es importante porque, en el 2015, el discurso político perdió centralidad, algo que pudo haber beneficiado a los partidos hoy representados mayoritariamente. Por supuesto hubo participación de instituciones y de otras organizaciones populares y campesinas que no alcanzo a enumerar, así como de miles de personas que expresaron su malestar ocupando el espacio público.
- Me gustó mucho ver a un grupo de diputados y de diputadas con sangre en la cara y con una actitud coherente. Algunas de esas personas tienen un discurso de izquierda, otras podrían estar en un posicionamiento centrista y varias pertenecen a agrupaciones de derecha. Y no podemos ignorar que, del lado opuesto, defendiendo la impunidad, también había amplia representación ideológica.
- Un tercer elemento positivo en estas jornadas fue el papel de algunos medios de prensa impresos, radiales y televisivos, así como la posición de las cámaras empresariales que emitieron comunicados claros y oportunos contra la corrupción. Por supuesto, eso no significa que ignore el abismo ideológico que nos separa, pero allí está precisamente lo valioso de esta semana. Porque la derecha necesaria apareció y, nos guste o no, este país no podrá abatir a las mafias enquistadas en el Estado sin articulación política de derechas e izquierdas.
- El remolino político nos ofreció un regalo inesperado: el mito de la UNE como partido intocable y el fantasma de Sandra Torres como protegida de la Cicig han desaparecido. Es decir, uno de los pilares de la histeria construida desde el Mariscal Zavala, que argumenta justicia selectiva, ya no existe más. En consecuencia, celebro que la UNE nos haya mostrado de lo que son capaces. Figuras de derecha e izquierda en esa agrupación política votaron sí en ambos decretos. Es más: toda la bancada votó por la impunidad, lo cual acerca a la UNE al cementerio de proyectos políticos.
En complemento, el reto ineludible del cual hablaba arriba tiene que ver con la indispensable articulación de la lucha política entre sectores urbanos y los proyectos indígenas y campesinos. Es decir, nuestras burbujitas urbanas no son Guatemala. Hay millones de personas que se enteran de lo que acontece a través de los canales de la TV abierta y de estaciones de radio que tienen una alianza con la impunidad. Necesitamos, entonces, puentes de diálogo en diferentes direcciones. Y por fortuna existen figuras como el procurador de los derechos humanos y operadores políticos que quizá puedan acometer la tarea de un diálogo amplio para reorganizar a la sociedad frente a las mafias.
Tal vez esto parezca imposible, pero no podemos transformar este país sin quitarles a las mafias el acceso a amplios sectores tanto urbanos como rurales, que votan clientelarmente (es cierto), pero que también tienen voces y derechos de participación históricamente negados.
Finalmente, lo malo de la semana no es difícil de explicar: todos y todas perdimos en alguna forma. La ausencia de estadistas en la presidencia del Congreso y en el Ejecutivo es, patéticamente, un callejón sin salida para la institucionalidad. La agenda anticorrupción está golpeada porque las mafias están reorganizándose. De esa manera, un Congreso reculando y un presidente huyendo de la prensa no son signos que garanticen el optimismo.
Las próximas semanas serán intensas. Y espero que el debate político esté sobre la mesa, de manera que vayamos superando el miedo a las ideologías. Porque, si las derechas e izquierdas no articulamos intereses en común, las mafias pueden superar la crisis y enquistarse de nuevo. Es decir, pueden ganar.
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