El libro segundo del cabildo de la ciudad de Santiago de la provincia de Guatemala, relata en actas los principales sucesos a partir de 1530, o sea 6 años después de la llegada de los invasores a Guatemala. [1] El cabildo siempre procuraba mantener la integridad de los ejidos, pero fue una lucha continua hacer cumplir tales instrucciones. La traza de la ciudad contempló terrenos baldíos como reserva para repartir entre los españoles que lo solicitaran y se asentaran en la incipiente ciudad.
Los pueblos indígenas, empobrecidos por el despojo de sus tierras y el difícil acceso a las mismas en el reparto que se hacía, resistían y protestaban tomando acciones. Dice el cabildo: «(…) vienen a asentarse los naturales de los pueblos a la redonda y para evitar los daños que le ocasionan a los habitantes de la ciudad, se manda quemar todas las casas que ahí se hallaran para que regresen a sus pueblos».
En este libro de actas, se habla directamente de la esclavitud existente. Incluso se exportaba mano de obra, a El Salvador y Perú, para explotaciones agrícolas y mineras. En un momento dado se prohibió dicha exportación para evitar la falta de mano de obra para las explotaciones agrícolas, construcción y mantenimiento de las ciudades y sus pobladores extranjeros.
La ambición desmedida y la violencia racista, sentaron las bases del colonialismo/capitalismo que aún padecemos.
«En el transcurso del siglo XV, las colonias vertieron sobre España más de 16.000 toneladas de plata. En el siglo siguiente, más de 26.000 toneladas y en el siglo XVIII, más de 39.000 toneladas. Los efectos causados por esta marea de plata, que inundó primero España y a continuación un país tras otro, fueron extraordinarios. La excepcional liquidez que se creó en el mercado internacional favoreció un impresionante desarrollo del comercio intercontinental.» [2]
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La sacrosanta propiedad privada, que defienden violentamente las oligarquías coloniales, el Estado, el mercado, la concentración de la riqueza, el racismo, la depredación de la madre tierra y la corrupción, fueron desde ese momento, las principales variables de la matriz colonial que agobia a nuestros pueblos que, a lo largo de cinco siglos, mantienen una permanente resistencia y reivindicación de los derechos legítimos conculcados.
La descolonización, como proceso político, económico, cultural y jurídico, refleja esa permanente resistencia y avizora, en algún futuro, la dignificación y el derecho a construir sociedad, manteniendo valores y prácticas. Las luchas son diversas en su forma, la esencia la misma. Un ejemplo es el avance mundial en reconocer los derechos de la naturaleza. Muchos países han avanzado en ello, por ejemplo Bolivia, Australia y Ecuador, para mencionar algunos.
La premisa que origina el planteamiento de dichos derechos, según investigadores, toma en cuenta que la naturaleza es, a la vez, producto de acciones humanas y sujeto autónomo que marca su desarrollo propio y latente, e incide en la evolución de las producciones humanas (Boudes, 2009). La naturaleza no es un objeto apropiable y destruible –creencia consolidada por la modernidad hegemónica (Ávila 2019)–, sino un sujeto con derecho a la protección, el mantenimiento y la reparación.
Por ejemplo, la constitución del Ecuador establece en el artículo 71: «La naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos».
Así sucederá, tarde o temprano, a través de luchas sociales, políticas y epistemológicas, en la medida en que se entienda la ética de la muerte que sustenta el colonialismo/capitalismo y, como dice Enrique Dussel, practicar una ética por la vida. De lo contrario, no habrá mundo ni futuro para las próximas generaciones. Cada país colonizado encontrará su particular sendero de descolonización y, con ello, garantizar el entendimiento que somos parte de la naturaleza y no al revés.
[1] Wendy Kramer, coordinadora. Guatemala, 2018. CIRMA Y OTRAS INSTITUCIONES.
[2] Carlo M. Cipola. LA ODISEA DE LA PLATA ESPAÑOLA. Editorial CRITICA, Barcelona 1999.
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