En el proceso 2023 convocado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), cuyo momento cumbre será el encuentro con las urnas el 25 de junio, el primer elemento clave para partidos o comités participantes es su nivel organizativo, y el segundo, la capacidad de financiamiento. Sobre esa estructura se afianzarán, o no, la candidatura y su motor, la comunicación.
Habrá agrupaciones con sólida presencia nacional, otras más o menos fuertes en determinadas áreas y, las que aun sabedoras de que no tienen músculo, se atreven a correr sin la energía del caso.
Para la décima elección en la era democrática, de la treintena de partidos saldrán 20 ó 22 binomios que irán por la Presidencia de la República, contendientes por las 160 curules del Congreso, los 20 escaños en el vacacional Parlamento Centroamericano y las 340 corporaciones ediles. La respuesta a tales expectativas vendrá de la población votante que, al cierre de enero, suma 9 millones.
La Ley Electoral y de Partidos Políticos, en su artículo nueve señala que para sufragar es preciso empadronarse. Según el TSE, su objetivo es armar un padrón de 9.8 millones, de manera que le faltan 800 mil, para lo cual solo dispone de dos meses, pues el 26 marzo vencerá el plazo respectivo. Por supuesto, registrarse no implica que la persona vaya a votar. En 2019, el porcentaje fue del 61.84 en la primera vuelta, y del 42.70, en la segunda.
Vale subrayar que hace cuatro años, de ocho millones marcaron la boleta cinco millones, y para el evento por venir se ha incorporado un millón. Generar interés porque la gente acuda a las urnas es tarea del órgano rector, de los partidos y de entidades cívicas identificadas con la democracia formal. Los esfuerzos de estos tres elementos se coronarán con la reacción emocional, con más peso, y racional, en menor medida, por parte de la ciudadanía.
Con esa perspectiva, el/la protagonista de la candidatura, la tarea de convencimiento o persuasión sustentada en la estrategia de comunicación, el activismo de las auténticas bases, y la etérea propuesta programática son los vehículos para que una plataforma electoral funcione.
Al respecto, es importante tomar en cuenta que el universo empadronado no está clonado. A la característica multicultural, plurilingüe y multiétnica de nuestra sociedad sintetizada en esos nueve millones, 4.9 millones son mujeres y 4.1 millones, hombres. Del total, 3.6 millones están entre los 18 y los 35 años de edad; 2.9 millones entre los 36 y los 50 años, 1.7 millones entre los 51 y los 65 años, y en adelante se acercan al millón.
Qué y cómo comunicar en tres meses de campaña a esos 9 millones es el dilema, pues no hay instrumento para acertar a la vez en perfiles etarios, medios tradicionales o alternativos, escolaridad o exigencias, cuándo surgen, etcétera. Como cada partido gozará, para posicionarse y posesionarse, de Q34 millones, sin incluir los que lleguen por debajo de la mesa, la distribución de los fondos es un gran desafío.
También es oportuno mencionar que de las 4.9 millones de mujeres, el 24 por ciento es analfabeta, y de los 4.1 millones de hombres, el 13 por ciento, otro factor relevante al prever la emisión de mensajes. Obviamente, en quienes van por la Presidencia está el mayor reto porque su comunicación abarcará todo el país y a toda la gente en la que abundan las diferencias y escasean las similitudes, una Babel moderna.
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