El lector desmemoriado
Ese libro ya lo leyó, pudo haber sido hace mucho tiempo o hace no tanto. Pero ese personaje del que le hablan ya no le suena, esa situación tampoco. Con el tiempo o con el paso de nuevos libros, hay historias que tienden a sintetizarse, a convertirse en una sensación: un dejo amargo, un sobresalto, una frase sin contexto. Hay otros que desaparecen por completo. Ese libro ya lo leyó. Está seguro. A lo mejor se deban volver a encontrar.
El lector cautivo
Vive en el límite de dos dimensiones: la de la realidad y la de los libros. Ambas, a veces, se mezclan, se pelean, se superponen. Vive a medias. Transita por los días pensando en leer y cuando, finalmente, abre las páginas de un libro, el texto se convierte en una letanía silenciosa y sin sentido que, contrario a lo esperado, solo le regala imágenes mentales de la realidad inmediata. Esa que lucha por no dejarlo escapar.
El lector en fuga
Basta con poner un poco de atención para darse cuenta de que quizá bajo el brazo, en la guantera del carro o en la bolsa que carga a su lado, al lector en fuga siempre lo espera, con silencioso disimulo, un libro cualquiera. Pequeño talismán que más bien es una puerta, una ventana abierta, una salida de emergencia. La especialidad de este tipo de lector consiste en acechar el momento exacto para robarle tiempo a su cotidianidad y volver a la lectura pendiente para ajustar cuentas con una historia, un personaje o con una idea. Pocos llegan a sospechar de sus ausencias. Va y viene en silencio. Nadie sabe hacia dónde va ni en qué momento desaparecerá.
El lector cartógrafo
Llega a la orilla del libro como expedicionario de un territorio basto y desconocido. Avanza despacio, se detiene, vuelve hacia atrás, mide las posibilidades de lo que espera encontrar. En la medida en que va abandonando su punto de partida es caminante; en la medida en que va encontrando, marcando, trazando líneas, puntos de referencia es un cartógrafo para sí mismo, para el «yo» que podría volver en el futuro en busca de sus propias huellas. Su rastro irregular de tinta es trayecto vital, ruta emocional, conexión mental. Renombra al margen los senderos reconocidos. No importa cuántos pasen por el mismo libro, su mapa es personal, indescifrable, incluso, muchas veces para su propio retorno. Un mismo libro puede ser cartografiado varias veces, por diferentes personas. Todos los caminos llevarán al mismo punto, a las orillas de la esencia de los seres humanos.
El lector supersticioso
Mantiene en silencio su relación con el libro que está leyendo. Hablará de él hasta el final. Sabe que si lo nombra no lo terminará.
El lector desertor
Se baja del libro a medio camino. No tiene interés en limpiar sus rastros. Toma la ruta del libro más cercano y se lleva la certeza de que no va a regresar.
***
Una serie de textos, en esta misma línea, titulados Tres perfiles de un lector en movimiento fue publicada en marzo de 2021 en el sitio de la librería Sophos y puede descargarse en este enlace
Más de este autor