Hoy es el pueblo el que baila celebrando su captura. En Quetzaltenango, Cobán y en la ciudad capital hubo manifestaciones de euforia, desde marchas con consignas hasta caravanas de carros que circularon por el centro de las poblaciones haciendo sonar sus bocinas.
No han faltado los inconformes, aquellas personas que están en contra de los que están en contra y en contra de los que están a favor. Explicable es. Se trata de un fenómeno instintivo relacionado con momentos críticos, cuando el ser humano busca soluciones prácticas y rápidas, como queriendo salir del apuro y retornar a una paz que quizá nunca ha tenido. Y es a este momento al que debemos ponerle cuidado. Porque, cuando estas soluciones no llegan en el tiempo deseado, la respuesta violenta sobreviene casi inevitablemente. Se trata de un peligroso desahogo.
El momento por el que pasa Guatemala es crítico. La experiencia nos ha demostrado que los mandones y los caciques, cuando se encuentran en estado de incertidumbre, son capaces de recurrir a la censura, a la violencia institucionalizada y a los intentos de imponer una paz de cementerios. Y cuando suenan los primeros trancazos la población entra en un estado de negación, como tantas veces sucedió durante el conflicto armado interno. Y así se silencia a las masas. Debemos buscar entonces el justo equilibrio entre seguir callados y/o desbordarnos de una manera riesgosa.
Hemos de recordar que el silencio pervierte. Hace cómplice al silente. La indignidad deviene entonces como cauda del mutismo. Y en el polo opuesto, los cizañeros, los mesiánicos y los líderes de pacotilla pueden empujar a la población a exigir un precio sangriento por las afrentas que ha sufrido. Ni lo uno ni lo otro. Nuestras leyes permiten la justa protesta, la respetuosa manifestación, la cuidadosa exigencia y la real demostración de nuestro enojo sin caer en extremismos que solamente complicarían nuestro ya intrincado panorama nacional.
¡Quién lo diría tres años atrás: Baldetti en la cárcel! ¡Sic transit gloria mundi! Es que la comunidad internacional se cansó y a la vez el pueblo de Guatemala recuperó su voz. «¡Silencio, nunca más!», rezaba un letrero portado por una anciana el viernes próximo pasado en el parque central de Cobán. Ah, empero, cuidado con cejar. El bien a menudo se cansa. La lucha agota, principalmente la lucha justa. El mal, por su lado, aparece con la pinta típica de los politiqueros zampados en los pseudopartidos políticos de nuestro país: cara rechoncha, risa sardónica, pelo engomado, mascando chicle y vulgares como ellos solos. Y sin lugar a dudas, presto a a cooptar a quien sea y al precio que sea.
Sic transit gloria mundi. La realidad ha quedado al desnudo. El misterio nebuloso e iterativo del mal no lo es más en el caso La Línea. Hasta el presidente está presuntamente implicado. El Ministerio Público y la Cicig presentaron ya una solicitud de antejuicio contra el mandatario, quien con rostro de enfado aseguró el viernes 21 de agosto —en el municipio de San Jorge, Zacapa— que iba a «seguir dando la cara». ¿Contra qué? ¡No sé! Pero que se fue de cara, seguro que sí.
Cuán diferente habría sido para ellos —Roxana Baldetti y Otto Pérez Molina— si alguien cercano a su equipo, en lugar de alimentar su ego, los hubiera inspirado y retroalimentado con el salmo 130: «Mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros: no pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre».
Así las cosas, a las candidatas y a los candidatos de nuestra sufrida Guatemala les recuerdo para su coleto: sic transit gloria mundi. Y particularmente a los de Alta Verapaz (algunos muy candidotes) se lo reitero en nuestro idioma q’eqchi’: Jo’we’ naraqe chixjunil sa’junpaat. Así de rápido se acaba todo.
El pueblo, señores, se hartó de ustedes.
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